El domingo 04 de mayo se reunió el Consejo Nacional de Morena en la Ciudad de México. En ese encuentro aprobaron el documento que llaman: “Lineamientos para el comportamiento ético que deben tener las personas representantes, servidoras públicas, protagonistas del cambio verdadero y militantes de Morena”.
En el contexto de la celebración del Consejo Nacional, la presidenta del país, Claudia Sheinbaum Pardo, envió una carta a la dirigencia nacional morenista en la que entre otros temas, abordó la necesidad de aplicar medidas para evitar que Morena se convierta en un “partido de Estado”.
Deben subrayarse algunas cuestiones en este extraño y peculiar diálogo entre la presidenta del país y los líderes formales y reales de Morena.
Apunto: hay líderes formales en el partido fundado por Andrés Manuel López Obrador. El más importante y visible es la presidenta nacional Luisa María Alcalde Luján. Pero hay numerosos líderes reales que operan y ejercen influencia mucho más allá de su militancia y cargos internos dentro del partido.
Un ejemplo claro de ello puede ser Ricardo Monreal Ávila, actual coordinador de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados; es uno de los líderes con mayor acumulación de poder dentro del partido, a pesar de que se acaba de afiliar formalmente hace unas semanas, en una estrategia de crecimiento de la militancia que encabeza el secretario de Organización del partido, Andrés Manuel López Beltrán, hijo del ex presidente López Obrador.
Ahora bien, la presidenta Sheinbaum Pardo se dirige al partido y llama a no copiar hábitos y formas de un “partido de Estado”, en clarísima referencia al Partido Revolucionario Institucional (PRI). Sin embargo, ella misma que forma parte de los fundadores de Morena y ha sido una colaboradora y férrea defensora de Andrés Manuel López Obrador, no es militante. Al asumir como presidenta, solicitó licencia en Morena en un gesto político que pretende, podría deducirse, evitar que se le señale como “caudilla”.
Es evidente que a pesar de ser la presidenta del país, varias de sus iniciativas no son recibidas y aceptadas en Morena y en espacios de poder de morenistas, como gobiernos estatales y las cámaras de Diputados y Senadores.
Claudia Sheinbaum no es la “mujer fuerte” de Morena. Hay grupos internos que se oponen a sus ideas, líneas de trabajo, directrices políticas y de gobierno. Y ella misma lo impulsó. Además, está la presencia, desde las sombras, de Andrés Manuel López Obrador, que sigue ocupando un evidente espacio de poder y tiene incluso a uno de sus hijos en posición de heredarlo.
Los nuevos “Lineamientos para el comportamiento ético” servirán, en el mejor de los casos, como un instrumento para equilibrar fuerzas y evitar que algunos jefes de grupo eclipsen a otros, dentro de Morena. Pero se cumplirán sólo hasta que convenga a los más fuertes.
En la trayectoria que está siguiendo, Morena se convertirá finalmente en el “partido de Estado” que en el discurso evita. O se impone la presidenta Sheinbaum, o se impondrán otros, en diferentes espacios.