El nuevo Papa de la Iglesia Católica, Robert Francis Prevost Martínez, quien tomó el nombre León XIV, ocupó el centro del interés noticioso en el mundo. En México y en Jalisco no pasará desapercibido.
La Iglesia Católica es un referente mundial y el ocupante de la sede de San Pedro es sin duda, una autoridad moral internacional, tanto para creyentes católicos como para gobiernos y el mundo entero.
La presentación de León XIV provocó una catarata de análisis y revisiones.
En primera instancia parece haber satisfecho una petición manifestada en todas partes: equilibrio.
El nuevo Papa es una figura equilibrada: pertenece al grupo del extinto Francisco, quien le otorgó la dignidad cardenalicia y que lo convierte entonces, en representante de la corriente progresista que domina en el Vaticano. Con ello, se evitó lo que algunos externos denominaron una regresión al conservadurismo.
Sin embargo, también la visión conservadora más externa en la Iglesia quedó satisfecha con la ascensión de Prevost Martínez. Aplaudieron que retomara las costumbres, tanto en la vestimenta como en el uso del Latín al presentarse como el Papa 267 de la Iglesia. Aplaudieron su moderación y su rechazo al protagonismo mediático. Celebran que no sea una figura muy parecida a su antecesor, Jorge Mario Bergoglio.
Al final, se trata de gestos, de rituales y liturgias. El nuevo Papa acepta de buen grado retomarlas y volver al camino de la tradición, algo que había quedado en desuso con Francisco.
Sin embargo, en el fondo hay también otros temas de mayor profundidad y, sostengo, más importantes porque forman parte del fondo y no de la forma.
El nuevo Papa León XIV es en buena medida un segundo Papa latinoamericano. Aunque nació en Chicago y es el primer Pontífice estadounidense en la historia de la Iglesia, es también un hecho notable que toda su actividad pastoral y religiosa la ha desarrollado en Latinoamérica, concretamente en Perú, en la diócesis de Chiclayo.
Es tan evidente su apego a esta parte de su vida, que también rompió esquemas al presentarse como el nuevo Papa y no limitarse a su discurso en italiano, pues será desde ahora el obispo de Roma. También habló en español y su breve mensaje sacudió profundamente no solo en Perú, sino también todas las naciones latinoamericanas y en la enorme comunidad latina que radica en Estados Unidos.
Es incuestionable: su línea podrá diferenciarse de la de Francisco, pero seguirá siendo un Papa que abogue por los menos favorecidos del poder político y económico. Será un Papa de quienes habitan “las periferias”.