El día de mañana se festeja en nuestro país el Día del Maestro.
Ser maestro, una tarea nada sencilla, implica preparación profesional, además de una vocación comprobada en el crisol del fuego.
La paciencia, la constancia, la creatividad, el ingenio, la búsqueda de distintos caminos para resolver una situación; la tolerancia, ser multifacético, transformarte de repente en enfermero, réferi y hasta hacer magia para que los alumnos aprendan, son sólo algunos de los elementos que necesitas tener cuando te dedicas a la docencia, principalmente si te dedicas a educación especial.
Ser maestro de educación especial es enseñar a niños y niñas con discapacidad y debes estar hecho de una pasta especial. Parte de lo ya mencionado.
Necesitarás una mezcla de sensibilidad y empatía, a la vez de ser firme y no darte por vencido al primer intento; las dosis de tenacidad y alta tolerancia a la frustración deben estar presentes en altas cantidades, lo mismo que la capacidad de ser flexible y adaptarse rápidamente a los cambios.
En este trabajo no hay un día igual a otro. Realizas la planeación de los aprendizajes propuestos por el programa con base en el conocimiento y evaluaciones que tienes de tus alumnos; planeas el uso de tales o cuales materiales y con todo cuidado preparas hasta el último detalle, pensando en que tu día transcurrirá a las mil maravillas, pero… sorpresa: en cualquier momento todo puede volverse un caos si tú también pierdes la calma ante la convulsión de uno de tus alumnos o simplemente porque el aula es invadida por un olor poco agradable y es momento de pedir apoyo para que acompañen a algún alumno al baño y tú, recuperar la atención del resto del grupo para seguir la lección.
Para ser un maestro en un salón de educación especial debes estar preparado como un buen mago para sacar de la chistera (sombrero de copa) en el último momento, un conejo en lugar de una paloma, si sospechas que la paloma alterará a tus alumnos.
Por muy planeado que tengas tu día, puede voltearse todo al revés por la misma situación que vive cada uno de tus alumnos.
Debes sentir pasión por lo que haces y con pleno conocimiento de causa, puedo decirte que no hay mejor trabajo. Durante más de 37 años ejercí esta profesión y puedo decirles que cada día me levanté con entusiasmo para asistir al “cole”. Me encantaba llegar y recibir a los alumnos a la hora de entrada donde a veces, desde ahí, tenía que hacer magia para que uno quisiera soltar un oso gigante que le gustaba arrastrar, o por hacerle entender a otro que hasta más tarde comería lo que traía en su lonchera. Y siempre había más de uno que se bajaba del trasporte súper feliz porque había llegado al cole.
Y así iniciaba un día más en el que todo era posible, como brincar de alegría porque por fin había leído una frase completa o se había aprendido las tablas de multiplicar o a veces, simplemente, por lograr permanecer sentado por cinco minutos para escuchar un cuento, y ya no les comento la fiesta que hacíamos cuando uno de los alumnos quería participar en un festival y bailar frente a muchas personas, aguantando además un evento con muchos estímulos distintos a su rutina diaria, que ya era una total proeza.
Sé que muchos colegas estarán de acuerdo conmigo. No hay tarea más bonita y de la cual puedes guardar los mejores recuerdos que ser maestro o maestra de educación especial.
Tú crees que vas a enseñar la realidad. Es que vas a aprender: la sinceridad, el valor de apreciar lo simple de un dibujo realizado con mucho amor, el significado de un gran esfuerzo, el valor de un abrazo o un te quiero, aunque no sea bien pronunciado. Apreciar la flor arrancada del jardín para “su mallestra” (como lo podía pronunciar). Aprender la importancia que un alumno te recuerde aunque pasen 30 años o más; que un alumno te regale su mejor sonrisa aunque no pueda hablar y así podríamos seguir platicando anécdotas y contando muchas historias.
Más hoy se trata de reconocer y felicitar a quienes se dedican o dedicaron su vida a ser maestro de educación especial.