Todos tenemos dos familias: primero, en la que nacimos; y después, la que —con el paso de los años y por los vuelcos de la vida— elegimos. Nuestra familia elegida es pequeñita, está integrada únicamente por nuestros verdaderos amigos, los más leales. Y es tan importante como la familia biológica. O, en muchos casos, hasta más importante.
La premiadísima y entrañable comedia dramática Bob Trevino Likes It (en nuestro país le pusieron el genérico y soso título de Un mejor papá ) celebra la maravillosa magia que ocurre cuando conectamos —emocionalmente, intelectualmente— con una persona hasta que termina por volverse parte sustantiva de nuestra vida, cuando creamos un lazo por decisión y convicción, no por las coincidencias de ADN.
Lily Trevino (Barbie Ferreira) es una chica que intenta comunicarse con su papá para pedirle perdón por un malentendido. Al buscarlo en Facebook, encuentra el perfil sin fotografía de un tal Bob Trevino y cree que se trata de su papá… pero no es así. Es un sujeto desconocido que se llama igual que su padre. Por puro azar, Lily y el desconocido Bob inician una comunicación que se volverá significativa. Ambos son personas heridas y solitarias que, a pesar de la diferencia de edad y de condiciones, forjarán un improbable lazo de amistad, de esos que te cambian la vida.
A partir de una experiencia personal de la directora Tracie Laymon (quien un día se puso a buscar familiares perdidos en Facebook), Bob Trevino Likes It se consolida como una de las mejores comedias independientes que se hayan estrenado este año . Así, simple y llanamente. La película ostenta una emotividad franca y nos cuenta la historia de dos personajes rotos que tienen que aprender a querer(se), que tienen que avanzar por el doloroso empedrado cuesta arriba que la vida les ha puesto enfrente.
El filme, además, habla sobre nuestros desatinos emocionales, lo difícil que es guardar la templanza, la compostura o privilegiar el sentido común cuando la vida te ha aporreado sin descanso o cuando nadie te ha dado afecto . Es una pieza sobre la importancia del amor que recibimos, en particular en la infancia y la adolescencia, de parte de nuestros padres y figuras de autoridad.
Pero el filme de Laymon no se queda ahí. También explora lo mucho que invertimos para que otros —incluidos nuestros padres— nos acepten, aunque en el proceso se nos olvide lo más importante: que debemos aceptarnos a nosotros mismos primero, incondicionalmente, con nuestras imperfecciones y fisuras. Y que debemos abrirnos a las personas que nos quieren, que nos aman por ser quienes somos, no por lo que quieren que seamos. Ah, claro, y que, una vez cruzada la cerca del individualismo, hay amor y belleza en nuestra convivencia con los demás.
No puedo terminar sin antes subrayar el trabajo interpretativo de Barbie Ferreira y John Leguizamo. Ella es potentísima, un dínamo interpretativo que reclama el protagonismo para sí misma. Es una de las actuaciones más logradas de esta primavera fílmica. Leguizamo, por su lado, es un tipo de talento probado y experiencia jugosa. Se le notan las tablas en cada escena, es dueño del oficio que ejerce.
Sobra decir que recomiendo esta película absolutamente. Si la ven acompañados de alguien a quien quieren mucho (su mejor amigo, alguien de su familia biológica, su media naranja), tómenlo de la mano durante la función y déjenle sentir que es amado, que es querido y que su afecto es genuino. A veces no hace falta más que un pequeño gesto para que la vida, con sus trompadas y bajones, se vuelva llevadera y cobre sentido.