Pepe Mujica no alcanzó a llegar a los 90 años. Los habría cumplido mañana 20 de mayo. Nació en 1935 y prácticamente toda su vida, desde adolescente, la dedicó a luchar, a vivir y a luchar con diferentes objetivos, metas y causas.
Pepe Mujica murió el 13 de mayo pasado pero su legado queda y en los últimos días se ha repetido y repasado persistente y afortunadamente: discursos, momentos, entrevistas, imágenes, videos. Se suceden en las redes sociales y en los medios electrónicos para difundir la vida y la obra de un hombre que rompió con todos los patrones habidos y por haber en la práctica política y del servicio público. En algún medio europeo lo identificaron como el “presidente extraterrestre”.
Nada más alejado de la realidad. Al contrario. Pepe Mujica no tendría que haber sido una excepción; lo fue y lo es, porque el trabajo político se ha pervertido desde hace siglos en todo el mundo, porque se ha malinterpretado, porque se ha usado con fines inmediatistas, miopes, personales, mercantiles, financieros y, por lo general, corruptos.
Pepe Mujica era un hombre de la tierra y de la Tierra, así, conectado como uno solo con el suelo y con el planeta al punto de profundizar en conceptos y significados para transmitir a las generaciones que están y estarán al frente de los gobiernos en el orbe. No se quedó en Uruguay. Trabajó por su país desde abajo y por los de abajo para ofrecerles una vida mejor en este mundo y lo logró.
Como presidente redujo los niveles de pobreza y de desempleo y también consiguió que los niveles de crecimiento de la economía uruguaya aumentaran como hacía mucho no sucedía. No perdió nunca, pese a lo vivido y sufrido, el objetivo central, su causa de vida, de trabajar por hacer de Uruguay un país mejor para su gente.
Hoy, que su biografía se reproduce en un canal y en otro, es posible entender la trayectoria de Mujica casi desde su nacimiento. Sus orígenes populares, con una situación económica familiar precaria, lo dotaron de una conciencia histórica y una conciencia social que fueron el motor de su vida hasta el último día.
Era adolescente cuando empezó a luchar por justicia con una certeza tan clara en su vida, que no se cansó de repetir este mensaje a los jóvenes: “… amen la vida, que la verdadera aventura y el único milagro que hay en el mundo para cada uno de nosotros, es haber nacido. Pero como la vida es algo cotidiano, en el fondo no le damos el valor que tiene. Entonces tenemos que priorizar en el sentido de la vida, aferrarnos, querer la vida y cultivarla y vivir la vida al tope. Gastar nuestra juventud en la construcción de esperanzas y sueños, vivir afirmativamente, no negativamente. No hay que vivir para odiar y para sembrar odio, hay que vivir para tratar de construir esperanza. Siempre lo que vamos a lograr va a ser poco con respecto a lo que soñamos, ¿pero qué sentido tiene la vida si no tenemos un poco de sueños y esperanza? ¡Hay que darle causa al milagro de haber nacido!… A pesar de sus contrariedades y sus caídas, la vida es hermosa y vale la pena vivirla” (Cadena SER, 03.12.2024). Un mensaje vigente hoy y siempre, para conocer, reconocer y reiterar. Para aprender, para que se haga costumbre.
Mujica fue guerrillero, estuvo en la cárcel en varias ocasiones, escapó dos veces. La última vez en prisión estuvo más de 14 años sometido a torturas y las peores condiciones imaginables. Él mismo dijo que había conocido directamente la locura. Al salir gracias a una Ley de Amnistía en 1985, su ser revolucionario y rebelde se transformó en el reformador para darle sentido a su existencia con respecto a la realidad de los uruguayos. Entendió que la vía institucional y pacífica era la adecuada para cambiar el rumbo que llevaba su país, sometido por democracias que no eran y por dictaduras represoras.
Logró avanzar por ese camino y se convirtió en uno de los políticos más queridos en Uruguay por décadas: fue diputado, senador, ministro de Agricultura y Ganadería entre 1988 y 2010. Más de 20 años luchando desde adentro con una coherencia inamovible entre su vida como político y sus ideales como rebelde, entre sus convicciones y sus metas.
Pepe Mujica mostró siempre una conducta recta, sólida como la tierra que amaba y pisaba, firme, fértil, rica, productiva.
Su ejemplo está, sabemos y conocemos su vida, desde los tiempos de la lucha en las calles, sin miedo a perderla o pausarla por el encierro; la lucha por enfrentar inercias y corrupción anquilosadas en la estructura de gobierno que le tocó encabezar hasta la lucha por la vida a sabiendas que había un final. Con todo, llegó casi a los 90 años. Le faltaron siete días para completar nueve décadas de vida rica, productiva, con sentido y sentido común, con causa y objetivo, con orientación y determinación, con amor a la vida, a la tierra y a la Tierra, esas características que sólo los seres humanos, como él mismo decía, aprecian el verdadero milagro.