El siglo XXI ha inaugurado una era donde la vida se desenvuelve, en gran medida, en el plano digital. Sin embargo, esta realidad, rica en oportunidades, también presenta desafíos significativos para las generaciones más jóvenes. Niñas, niños y adolescentes se enfrentan a la desinformación rampante, al ciberacoso insidioso, a la constante amenaza a su privacidad y, alarmantemente, a un desconocimiento generalizado de sus derechos en línea.
Ante este panorama, la integración de la educación digital y, crucialmente, la enseñanza de los derechos digitales y la protección de datos personales en los programas escolares desde la infancia, se erige no como una opción, sino como una necesidad apremiante.
Actualmente, nuestros jóvenes navegan por un océano digital sin un mapa de derechos ni herramientas de autodefensa.
La viralización de noticias falsas en redes sociales puede influir en sus percepciones y decisiones, mientras que el ciberacoso deja cicatrices emocionales profundas. La exposición temprana a plataformas en línea, a menudo sin la guía adecuada, los vuelve vulnerables a la recopilación y el uso indebido de sus datos personales, sentando las bases para futuras violaciones de su privacidad.
La UNICEF y el INEGI revelaron que aproximadamente 25% de los adolescentes de 12 a 17 años en México han experimentado alguna forma de ciberacoso, un dato que subraya la urgencia de abordar esta problemática desde la educación formal.
Es fundamental comprender que la alfabetización digital del siglo XXI trasciende el mero dominio de herramientas tecnológicas. Implica formar ciudadanos digitales conscientes, críticos y responsables.
Esto significa que, junto con aprender a usar un ordenador o navegar por internet, los estudiantes deben comprender sus derechos fundamentales en el entorno digital: el derecho a la privacidad, a la libertad de expresión (con sus límites), a la protección contra la discriminación y el derecho a la propia imagen, entre otros.
Asimismo, deben ser educados en la importancia de proteger sus datos personales, comprender cómo se recopilan y utilizan, y saber cómo ejercer sus derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición.
A largo plazo, invertir en la educación en derechos digitales desde la infancia generará una ciudadanía digital más robusta y protegida. Individuos conscientes de sus derechos y responsabilidades en línea estarán mejor equipados para participar de manera segura y ética en la sociedad digital, para exigir transparencia y rendición de cuentas a las empresas y gobiernos en el manejo de sus datos, y para construir un entorno digital más justo y equitativo para todos.
La semilla de una ciudadanía digital responsable se siembra en las aulas de hoy, y su florecimiento es esencial para el futuro de nuestra sociedad.