Ayer temprano, en uno de los ejes viales de la Ciudad de México (Calzada de Tlalpan), un individuo asesinó directamente en el automóvil en que viajaban, a Ximena Guzmán y José Muñoz. Ella, secretaria particular, y él asesor personal de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada.
Fue un golpe demoledor de la violencia a una de las cúpulas más altas del poder en Morena.
La noticia conmocionó de inmediato incluso a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo y al secretario de Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch, mientras ambos participaban en Palacio Nacional en la rueda de prensa mañanera. A la presidenta le hicieron llegar el anuncio mediante una tarjeta escrita; el mensaje se lo había enviado directamente la misma Clara Brugada.
En cuando García Harfuch se enteró de lo sucedido, abandonó por unos minutos la sala donde se han efectuado las mañaneras presidenciales desde el inicio de la gestión presidencial de Andrés Manuel López Obrador, otra de las herencias a su sucesora. El secretario, relatan, hizo algunas llamadas telefónicas y regresó a la conferencia para continuar con lo que estaba agendado.
El asesinato de la secretaria particular y uno de los asesores directos de la jefa de Gobierno de la capital del país es un espacio más alto en la escalada de violencia que ha afectado al país en los últimos meses.
Este doble homicidio, además de las implicaciones del mensaje que envía (¿será casualidad que ocurriera cuando García Harfuch estaba en la mañanera presidencial?) tanto a Clara Brugada como a la presidenta Sheinbaum, quiebra la percepción de que en la Ciudad de México la violencia es menor que en el resto del país.
Después de lo que hemos visto en Teuchitlán y Teocaltiche, Jalisco; la guerra intestina del narcotráfico en Sinaloa; los ataques a las fuerzas armadas en Michoacán; los multihomicidios impunes en Guanajuato; los asesinatos y ataques a candidatos y autoridades locales en Veracruz, Oaxaca y Chiapas, y los numerosos eventos de violencia que aparecen en todo el territorio nacional, lo ocurrido en la Ciudad de México representa un escalón más alto.
Cae como mazazo sobre el gobierno federal en un momento en que la presidenta reclama las negociaciones con Ovidio Guzmán en Estados Unidos, y días después que ella misma revelara que le negó a Donald Trump intervenir para combatir al crimen organizado en territorio mexicano.
La estrategia de seguridad que ha encabezado García Harfuch entra en una nueva etapa. Quizá era previsible que después de tantos golpes al hampa, ésta terminaría por reaccionar y volverse más agresiva. ¿Qué sigue ahora? ¿Cómo prepararse y reaccionar? Son éstas y otras muchas cuestiones.