Sí, sí era necesaria una reforma al Poder Judicial que incluyera a todo el Sistema de Justicia en México; no se trataba solo de cambiar jueces y magistrados para elegirlos mediante el voto popular, sino de una reforma que abarcará a las fiscalías, las defensorías de oficio, a las policías estatales y a las municipales, que es precisamente donde los gobiernos siguen en deuda con las y los ciudadanos, ante la falta de coordinación entre los operadores de justicia y el Ejecutivo.
Hoy la gente no denuncia porque sabe que hacerlo es un calvario y las denuncias no llegan a nada. Según datos del 2023, hoy en México sólo uno de cada 200 delitos llega a un juicio. Sólo 11 de cada 100 delitos son denunciados y sólo ocho de cada 100 tienen carpetas de investigación. De acuerdo con un estándar internacional establecido por la OCDE, debe haber 65 personas juzgadoras por cada 100 mil habitantes y en nuestro país tenemos solo 4.4 por cada 100 mil.
Levantar una denuncia toma entre cuatro y seis horas ante un Ministerio Público. Hay miles de personas en la cárcel sin una acusación formal y cuatro de cada 10 personas en prisión no han recibido una sentencia; no sabemos si son culpables o inocentes, lo que sí sabemos, es que en su mayoría son personas que no cuentan con los recursos para pagar un abogado que los defienda e incluso una fianza.
La justificación para haber hecho esta reforma, fue combatir la corrupción al interior del Poder Judicial, que si bien es cierto existe, no a todos los juzgadores se les podría calificar así. Este próximo 1 de junio atestiguaremos la crónica de una muerte anunciada; se quitará a unos para poner a otros a modo. Documentado está que al menos 20 candidatos a jueces de distrito están ligados con el crimen organizado, además de que todo el proceso de selección y evaluación estuvo cooptado para palomear la mayoría de los nombres que aparece en las boletas.
Lo que logrará esta elección es que el Ejecutivo federal se apropie del único poder que no estaba supeditado a él. México debe tener un sistema de justicia que le sirva a las personas, no al poder. Comprobado está que los países en los que los jueces se eligen por voto popular han vivido un fracaso; ahí está el caso de Bolivia. Cuidado y suceda lo que le pasó a Maximilien Robespierre: creó las leyes, las cortes, puso los jueces y al final fue a la guillotina por el mismo sistema que él creó.
La justicia no debe depender de quien tiene más votos, más poder o es más popular, sino de quien tenga el conocimiento, experiencia, trayectoria y que asuma el compromiso de saldar la enorme deuda con lo justiciable.