La primera universidad de las colonias americanas fue fundada en el año 1636 y tomó su nombre de su primer gran benefactor, John Harvard, quien donó la mitad de su fortuna y su biblioteca de más de cuatrocientos libros para que esta casa de estudios iniciara sus operaciones.
Harvard, en 389 años, ha graduado a ocho presidentes de los Estados Unidos desde John Adams, Quincy, Hayes, Kennedy, hasta Franklin D. Roosvelt, Teddy Roosvelt, George Bush y Obama.
Su influencia es tal, que en México los presidentes De La Madrid, Salinas y Calderón egresaron de sus aulas para llegar a Palacio Nacional. Harvard, es sinónimo de excelencia, prestigio social e influencia en el mundo de los negocios y la política. Sin duda, las comentadas cartas credenciales son suficientes para que la Universidad, ubicada en Cambridge, Massachusetts, reciba a estudiantes de más de 140 países sumando a la fecha siete mil alumnos internacionales, lo que representa el 27% de su población total… no es un dato menor.
Para cualquier presidente americano y político experimentado, por simple lógica política y de vinculación, le gustaría contar como aliada a esta casa de estudios para cumplir sus objetivos en el sector educativo que como muestra de su poderío, cuenta con un presupuesto de más de 53 mil millones de dólares, lo que representa el PIB de casi 120 países, entre ellos Bolivia, Islandia, Honduras o Paraguay.
Para nuestra sorpresa, la actual administración de Donald Trump está exigiendo, por medio de Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional, que esta centenaria institución realice cambios en sus prácticas para inscribir estudiantes internacionales y ha revocado la certificación del programa de estudiantes y visitantes de intercambio como resultado de su incumplimiento de la ley, sobre todo con aquellos estudiantes que tengan antecedentes al realizar actividades ilegales o peligrosas para el país o incluso tengan infracciones de tránsito o simplemente, hayan participado en protestas públicas.
Juzgue usted, estimado lector de Quiero TV, el tamaño del frente que Trump ha abierto de manera innecesaria no solo con Harvard, si no con todas las universidades de Estados Unidos, al mandarles un mensaje de que puede obstaculizar sus políticas de admisión y revocar la exención de impuestos de la que se beneficia la universidad.
Por supuesto, Harvard presentó la semana pasada una demanda contra la medida, asegurando que se trata de una violación a la ley.
¿Qué nos deja el enfrentamiento entre el gobierno americano y la universidad más antigua de su territorio?…
Para mantener la gobernabilidad de la nación, un estadista debe saber seleccionar sus batallas tratando de generar sólidas alianzas, en vez de destruir los puentes que le dan crecimiento económico, prestigio y conocimiento.
Seguimos en conexión.