Hace ya algunos meses escribí en este mismo espacio una columna que titulé “Justicia para todos”. Por supuesto, tenía que ver con la consumación de una parte del proceso que, sin duda, será largo, difícil y complicado, de renovar al Poder Judicial en México en busca, precisamente, de justicia para todos, sin distingos, sin privilegios, sin intereses distintos a los que marca la administración de justicia, de manera completa, imparcial y expedita.
He regresado al tema en varias ocasiones y hoy lo hago de nuevo, porque estoy convencida de que se trata de un paso trascendental para los mexicanos y sólo de nosotros depende que este proceso que inicia con cambios que arrancarán el próximo septiembre, funcione. El Poder Judicial tiene que estar en la mira. Hay que vigilarlo, usarlo, entenderlo, estudiarlo si es preciso, conocerlo a fondo y familiarizarnos con su día a día, con sus intríngulis y vericuetos para que dejen de serlo. También hay que observar y proponer cambios y métodos que favorezcan la participación ciudadana.
A una semana de las elecciones ya sabemos quiénes ocuparán los asientos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), nueve en lugar de once; y de esos nueve, cinco mujeres y cuatro hombres. Se contó ya el cien por ciento de los votos para la integración del Tribunal de Disciplina Judicial y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) tanto de la sala superior como de las regionales. El conteo de los otros avanza y esta parte del proceso concluirá a más tardar el próximo domingo. Aparte están los conteos en los estados de la República donde sí hubo elecciones para renovar los poderes legislativos estatales.
En el cambio de régimen que se propone, la operación honesta y transparente del Poder Judicial tiene que estar fuera de toda duda, pero hasta hoy y por algún tiempo, no podemos extender un cheque en blanco a ninguno de los juzgadores que ocupará puestos después de la elección en pocos meses, no meteremos las manos al fuego por nadie, no están los tiempos para eso, pero sí podemos conceder el beneficio de la duda, siempre y cuando no les perdamos pisada.
Y aquí vuelvo a la idea de proponer cambios y métodos que favorezcan la participación ciudadana. En primer lugar, al diseño de las elecciones judiciales habría que hacerle modificaciones profundas para restarle complejidad a las boletas. Esto no será fácil, porque en cada elección se votará por cientos de cargos; hay que ajustar, por ejemplo, el hecho de que hubo candidatos únicos en el caso de las especialidades o materias (administrativa, penal, civil…).
En este sentido, por un lado, el INE tendrá que permitir la difusión más amplia de las candidaturas aparte de perfeccionar el método; y, por otro, el mismo Poder Judicial tendrá que transparentar sus procesos.
Se podría implementar un observatorio ciudadano del trabajo de los jueces cuando entren en funciones, algún programa o herramienta para conocer sus resoluciones, saber en qué sentido fallaron. Con la IA y las tecnologías de la información se podría diseñar y operar una plataforma para que tengamos acceso todos los mexicanos a las decisiones que toman los juzgadores, particularmente los magistrados de circuito y los jueces de distrito. Las decisiones de la SCJN, del que será próximamente el Tribunal de Disciplina Judicial y del TEPJF, son y serán noticia y sobre la primera y el tercera, nos hemos empezado a familiarizar con sus procesos y sus integrantes. Hay que seguir por esa línea y ampliar el espectro.
Con esta información disponible que muy bien podría trabajar el Poder Judicial con el ejército de funcionarios y asesores de que dispone, estaríamos mucho mejor preparados para las elecciones judiciales de 2027. Hay que insistir para que se concreten estos u otros mecanismos (esta es una idea simple) y nos toca también, en lo que se captan los mensajes y se aprenden las lecciones, como ya dije, observar, vigilar… No perderles pisada.
Limpiar desde adentro el Poder Judicial no es ni será fácil –ya lo he dicho antes. Con las elecciones pasadas apenas vamos a empezar a incidir en la transformación de ese poder con el foco en las personas, los mexicanos y mexicanas de a pie.
Faltan casi tres meses para que los juzgadores que ganaron las elecciones tomen posesión. En el ínter, también hay que estar atentos a las decisiones que tomen los que están por irse, desde la Suprema Corte hasta los juzgados de distrito. Podríamos verlo también como un proceso de enseñanza-aprendizaje en ambos sentidos y sí, nos toca involucrarnos más.
Sinceramente, esperaba una mayor participación de la ciudadanía en las elecciones del 1 de junio pasado, pero no me desanimo y mantengo mi convicción de que era mejor lanzarse a unos comicios de esa naturaleza y en esas condiciones novedosas, que continuar con el sistema que está a punto de fenecer y que en realidad no era una carrera judicial (la misma presidenta de la SCJN, Norma Piña, firmó un informe del Consejo de la Judicatura donde reconoce los altísimos porcentajes de nepotismo en todo el aparato judicial).
Hay que mejorar, ajustar, abrir, impulsar desde nuestras trincheras las elecciones judiciales hasta lograr una herramienta precisa, que nos dote de seguridad y confianza plena (no total ni eterna, pero plena). Y al Poder Judicial –como decía mi abuelita– no perderle pisada.