Después del episodio que provocó el escándalo: la acusación de Kristi Noem, secretaria de Seguridad de los Estados Unidos, contra la presidenta mexicana Claudia Sheibaum Pardo, en la que aseguró que ella azuzó las manifestaciones de protesta contra las redadas de migrantes en territorio estadounidense, se afirma que la presidenta mexicana prepara una propuesta que le presentará a Donald Trump, y ésta consiste en lo que han estado retrasando durante años los congresistas y el gobierno estadounidense, una reforma integral para regularizar a los migrantes.
A partir del 16 de junio, es decir al iniciar la semana entrante, la presidenta estará en Canadá para participar en la Cumbre del G7. Este encuentro reúne a los jefes de Estado de las siete economías más grandes del mundo: Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia, Italia, Reino Unido y Canadá. La presidenta mexicana asistirá como invitada.
Sin embargo, a reserva de que las agendas se descompongan –lo que sería muy negativo–, será en este evento que se encuentren por primera vez, como presidentes, Donald Trump y Claudia Sheinbaum.
La primera mandataria mexicana tiene una larga lista de pendientes para abordar con el presidente Trump. Quizá no haya tiempo para todo, pero el tema migratorio debe estar presente. Motivos hay sobrados: la frontera entre México y Estados Unidos, que por mucho es la que tiene más cruces comerciales y migrantes en el mundo. Los acuerdos bilaterales para regular la migración que viene del Sur; las negociaciones para mantener fuerzas de seguridad de los dos países en la frontera, en tareas de migración y seguridad.
Pero hay, como dice la metáfora, un elefante en la sala, y es la falta de una reforma integral en los Estados Unidos para regularizar definitivamente a los migrantes que viven en su territorio sin ser legalmente admitidos.
Es una contradicción total y durante décadas, ni los republicanos ni los demócratas se han puesto de acuerdo. Si no lo hicieron en “tiempos de paz”, quizá llegó el momento de determinar esa reforma en “tiempos de crisis”, y cuando son los republicanos quienes tienen mayoría en las dos cámaras, la de representantes y la de senadores.
Antes de Sheinbaum, otros presidentes mexicanos abogaron por esa reforma. Pero se trata de un asunto que es facultad exclusiva de las autoridades norteamericanas. Y el tema no atañe sólo a mexicanos (las cifras más conservadoras manejan 11 millones de migrantes llegados de nuestro país que viven y trabajan allá sin tener una estancia legal), sino a migrantes de otros muchos países.
Tiene lógica. ¿El gobierno de Trump quiere expulsar a todos los migrantes? Es imposible. Si están allá es porque los necesitan, los quieren, les dan trabajo, se convirtieron en piezas indispensables de la maquinaria económica norteamericana.
Que hagan una reforma completa y establezcan las reglas para legalizar su estancia. Y los que no quepan, que se vayan.
¿Lo aceptará Trump? Imposible saberlo. Parecería que no. Pero apunta a ser la mejor estrategia de Claudia Sheinbaum en este complicado papel que le toca desempeñar entre los mexicanos que se fueron y el gobierno de Donald Trump.