Inició el día de ayer, en Alberta, Canadá, la cumbre anual del grupo de los siete países más industrializados del mundo, conocido como el G-7 con una agenda que estará ensombrecida por la guerra en Medio Oriente, ahora con el desarrollo del episodio Irán-Israel, la guerra de tres años en Ucrania, con los disturbios internos en los Estados Unidos, con la aplicación de aranceles a diestra y siniestra por parte de Trump y con un péndulo político, que oscila de izquierda a derecha.
De hecho, estos temas deberían ser los únicos a resolver dentro de su agenda y así demostrar que esta poderosa coalición, de la que fue expulsada Rusia, está dispuesta a incidir en los cambios positivos y no convertir esto al final de los trabajos en solo una foto oficial.
La sesión del G-7 es la número 51 y contará con la presencia de la presidenta de México, acción muy prudente y coyuntural, quien tendrá la oportunidad de sostener sesiones bilaterales, sobre todo con Donald Trump y cabildear los temas que nos preocupan en el país como lo son las remesas, los ataques a connacionales en territorio americano, la aplicación de aranceles y la estrategia de seguridad, issues que no permiten planear a las autoridades mexicanas con certeza.
La coalición de las mayores economías del mundo es la primera de Donald Trump en su regreso a la Casa Blanca y será ocasión para determinar hasta que punto los demás líderes mundiales puedan mantener una sana relación con Trump al tomar en cuenta su impredecible proceder en un contexto geopolítico convulso y bajo la sombrilla de la guerra comercial.
Lo más importante ahora, a nuestro juicio, es la estrategia que deben poner en común los líderes para iniciar la desescalada de los conflictos bélicos que amenazan con el uso de armas nucleares, como es el caso de Teherán, que no acepta regular sus actividades de enriquecimiento de uranio.
Algunos otros analistas como Max Bergmann, concentrado en la agenda europea, afirma que los líderes de la Unión Europea, solo intentan terminar la cumbre sin trifulca y otros tantos expresan su preocupación sobre si el G-7 aún pueda operar en el futuro aunque sea dentro de un imaginario familiar incómodo.
Deseamos que los trabajos del G-7 en Kananaskis, provincia de Alberta, Canadá, sea productiva.
Seguimos en conexión.