En México estamos siendo testigos de una profunda transformación histórica, ahora también en el Poder Judicial. En un hecho sin precedentes, el nuevo presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Hugo Aguilar, ha marcado un antes y un después en el papel del Poder Judicial. Con voz firme y plena conciencia, pero sobre todo con el respaldo del pueblo que lo llevó al encargo que hoy ocupa, ha expresado que la nueva Corte siempre le responderá al pueblo de México.
Este pronunciamiento no es aislado; existe una lucha detrás, desde la visión transformadora con el expresidente Andrés Manuel López Obrador, hasta hoy con la presidenta Claudia Sheinbaum, quien en más de una ocasión nos ha dejado claro que la justicia no puede seguir en manos de unos cuantos privilegiados, sino una garantía viva para todas y todos.
Este principio comienza a cobrar vida con la integración del nuevo titular, quien ha sido renovado bajo nuevos criterios de legitimidad y que, más que legitimidad, representa la voluntad del pueblo.
Hagamos memoria: este nuevo modelo rompe con todo lo viejo, lo que dejó de funcionar por construirse en uno de los poderes que debe garantizar no el triunfo de una doctrina, sino de la justicia, la verdad, la legalidad. No está a la orden del poder, distante de la realidad que tanto nos duele, de quienes sufren discriminación o abusos.
Durante décadas, el Poder Judicial fue visto por muchos sectores como un espacio capturado, donde imperaban el nepotismo, los sueldos elevados y una época dorada: una incongruencia total con la realidad del país. Hoy el pueblo está convencido de que su decisión en las urnas trae un cambio contundente: la justicia ya no será un privilegio, vuelve a ser un derecho garantizado por la institución que debe respaldar su esencia de servicio imparcial para todas y todos.
Este momento representa más que una reestructuración institucional; es una nueva oportunidad de recuperar la confianza. México camina hacia la esencia de servir y responder solo al mandato del pueblo.
La justicia tiene nueva cara y un camino visible. El camino será largo, pero cuando se camina junto al pueblo, no puede haber margen de error: con conciencia, dignidad y humanismo mexicano.
Porque cuando la justicia nace del pueblo, se encuentra más cercana, más humana, más poderosa, sin perderse en intereses de unos cuantos.