Hay declaraciones que están fuera de lugar y otras que son tan absurdas, que rebasan cualquier calificativo. Uno de los hijos del presidente de Estados Unidos, Eric Trump, comentó en una entrevista televisiva, que si México atacara a su país, lo “decapitarían en cuatro segundos”.
¿Por qué dijo eso? Seguramente ni él lo sabe.
La entrevista giraba en torno del aumento de ataques entre Irán e Israel, y afirmaba que ningún presidente de los Estados Unidos, incluido su padre, podría permitir un ataque a los Estados Unidos.
Eric Frederick Trump, un tipo de 41 años, el terceo de los hijos de Donald Trump, se ha dado a conocer por sus actividades empresariales. Evidentemente, no presenta habilidades políticas y mucho menos diplomáticas. Pero su declaración sí refleja un problema que puede agravarse.
El primer punto es que México no ha sido jamás una nación beligerante con los Estados Unidos. Si es que el hijo de Trump tiene algún conocimiento de historia, podría considerar que la guerra entre los Estados Unidos y México ocurrió entre 1846 y 1848, hace 177 años, y resultó del afán expansionista norteamericano, no de una agresión de nuestro país.
Lo grave de su posición es que, como miembro de la élite gobernante de Estados Unidos, refleja la animadversión hacia México, el principal socio comercial de los estadounidenses, la nación con la comparten la mayor frontera de intercambio económico y de personas en el mundo.
Mientras los esfuerzos diplomáticos y de gobierno, tanto en Estados Unidos como en México, empujan insistentemente por encontrar las coincidencias y reforzar la agenda común, uno de los hijos del presidente utiliza a México como el ejemplo del enemigo a aniquilar.
Naturalmente, y todos pueden verlo, Eric Trump ignora la honda historia que une a estadounidenses y mexicanos; no sabe absolutamente nada de la tradición pacifista de México. Desconoce por completo intrincada y compleja red de intercambio racial, cultural, académico y también económico entre nuestros dos países.
Y lo más grave: refleja en su postura personal, una posición beligerante y agresiva con el exterior, que está convirtiendo a los Estados Unidos no en un líder mundial, sino en un “hegemón” que sí domina, pero que sólo cosecha adversarios.
Esta postura se aleja de la tradición norteamericana que durante décadas ha promovido, al menos en el discurso, la libertad, la democracia, la tolerancia y el respeto a la diferencia.
Ciertamente, no representa lo mejor de los Estados Unidos. Y México no puede ser “decapitado” en cuatro segundos… es otra afirmación que demuestra su total desconocimiento de nuestro país y de los mexicanos.