La Ley Silla. Cambios simples y humanos

A veces, los grandes cambios comienzan con pequeñas acciones, una silla por ejemplo. La entrada en vigor de la llamada “Ley Silla” representa un gran paso hacia un México más justo y más humano. La reforma impulsada por Movimiento Ciudadano a la Ley Federal del Trabajo, que obliga a las personas empleadoras a proporcionar asientos adecuados para que las y los trabajadores puedan descansar o desempeñar sus funciones sentados, cuando la naturaleza de su labor lo permita, es una iniciativa que más que confrontarnos nos hace más nobles.

Parece obvio ¿verdad?, ¿cómo es que en pleno 2025 aún era normal tener a una persona de pie durante ocho o diez horas diarias, cinco o seis días a la semana? Esto era la realidad de miles de personas en nuestro país. Las historias se repiten: la joven que atiende en la tienda de ropa, el joven repartidor que entre pedidos no tiene un espacio para sentarse, la madre soltera en la caja del supermercado, el adulto mayor que sigue trabajando como vigilante, la señora que despacha medicinas en la farmacia desde las siete de la mañana hasta que cae la noche. Mujeres y hombres que aguantan el cansancio, el dolor de piernas, la hinchazón de pies, sin poder recargarse ni un minuto, todo por miedo a un regaño, a un descuento en el salario o peor aún, a perder el trabajo.

Esta reforma representa algo más profundo: el reconocimiento del trabajo humano como un acto digno que merece condiciones mínimas de respeto. No se trata solo de un mueble, se trata de cambiar la manera en que concebimos las relaciones laborales, dejar atrás esa visión autoritaria en la que solo importaba la productividad a costa del cuerpo y la salud de las personas. En este camino, es justo reconocer el trabajo constante y la visión sensible de mi compañera diputada Patricia Mercado, quien impulsó esta iniciativa desde que fue senadora. Su compromiso con los derechos laborales y su persistencia para visibilizar esta forma de violencia en los centros de trabajo, han sido fundamentales para que hoy esta reforma sea una realidad.

Su trabajo nos recuerda que hay batallas que, aunque parezcan pequeñas, cambian vidas profundamente. Como legisladora, he aprendido que escuchar es el primer paso para legislar con sentido. Esta ley nace de escuchar a quienes, durante años, vivieron en silencio estas condiciones, gente que quizá nunca imaginó que su necesidad, algo tan básico como poder sentarse un momento, sería finalmente reconocida como un derecho.

No se trata de grandes discursos ni de ideologías, se trata de humanidad, de construir un país donde el trabajo no implique dolor, donde una madre no llegue a casa agotada, sin poder cargar a su hija por el dolor de espalda, donde el esfuerzo no se confunda con el sacrificio innecesario.

La entrada en vigor de esta ley saldará una deuda histórica en el país, cerrará una brecha de al menos 100 años con otras economías en Latinoamérica. No se trata solo de una recomendación; las empresas y empleadores que no cumplan con esta disposición se enfrentarán a sanciones legales. La Ley Federal del Trabajo ya contempla este derecho, y la autoridad laboral puede aplicar multas e inspecciones a quienes ignoren o incumplan esta nueva obligación. Hoy, sentarse dentro de la jornada laboral es un derecho respaldado por la ley.
Sabemos que aún hay mucho por hacer. Esta reforma no resuelve todos los problemas del mundo laboral, sin embargo es un paso firme en la dirección correcta. Porque los grandes cambios, se construyen así, con leyes que nacen desde abajo, desde lo cotidiano, desde lo justo.