El sábado 21 de junio a las 6:00 de la tarde hora México, Estados Unidos lanzó la operación “Midnight Hammer”, atacando tres instalaciones nucleares iraníes: Fordo, Natanz e Isfahan. El presidente Donald Trump confirmó el bombardeo a través de su red Truth Social y posteriormente en un mensaje acompañado del vicepresidente JD Vance, el secretario de Estado, Marco Rubio y el secretario de la Defensa, Pete Hegseth.
El presidente estadounidense informó que las instalaciones nucleares fueron completamente destruidas. Fuentes consultadas por The New York Times y la agencia de noticias Reuters confirmaron el uso de aviones B-2, equipados con bombas capaces de alcanzar objetivos profundamente enterrados como la instalación de Fordo; también confirmaron el uso de submarinos cargados con misiles Tomahawk.
Mientras que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu celebró la intervención estadounidense, Irán condenó el ataque y señaló que tendrá consecuencias eternas, en tanto que la comunidad internacional ha entrado en un momento de tensión por la escalada de violencia.
Después de los ataques, la pregunta en el aire es acerca de las implicaciones de la entrada de Estados Unidos al conflicto en Oriente Medio. Algunos expertos han señalado que nos encontramos ante un punto de no retorno, en el que el conflicto podría dejar de ser regional para convertirse en un enfrentamiento de consecuencias globales.
Históricamente, Medio Oriente se ha caracterizado por un débil equilibrio entre naciones, por lo que la intervención estadounidense diversifica y aumenta los conflictos geopolíticos de la región, poniendo en vilo a la población mundial por el temor de que se desate un escenario de violencia sin control. Después de todo lo que hemos visto, nadie quiere una guerra cerca.
Para nuestro país, aunque el conflicto parezca lejano en términos geográficos, sus efectos tienen una cercanía directa con nuestros bolsillos, pues en Irán transita un tercio del petróleo mundial, de manera que el comercio exterior y las importaciones sufrirán consecuencias que se traducirán en una mayor inflación, una posible desaceleración del crecimiento económico y la salida de capitales, pues los mercados apostarán por proteger sus inversiones ante la incertidumbre.
Ante este escenario no deja de dar vueltas en mi mente la pregunta sobre si México está preparado para afrontar una etapa de inestabilidad global de tales dimensiones. Con Morena al mando, esta preocupación es más que legítima. El desastroso desempeño en términos económicos, el desabasto de medicamentos, las cuantiosas pérdidas en Pemex, la dependencia del comercio internacional y desde luego la deficiente política exterior, son muestras de que nuestro país se encuentra muy debilitado para enfrentar este momento de entropía internacional.
Las próximas horas marcarán el rumbo, no únicamente del Medio Oriente, sino del orden internacional; la historia nos ha enseñado que las guerras comienzan con bombas, pero sus consecuencias se extienden durante décadas de crisis humanitarias, migración, colapsos económicos y crisis políticas. Nos toca estar atentos, informados y, sobre todo, actuar con responsabilidad desde la política, la diplomacia y la economía. Aunque parezca distante, el conflicto está más cerca de nosotros de lo que pensamos.