Hablemos de la presencia de nuestra presidenta Claudia Sheinbaum en la Cumbre del G7 en Canadá, no solo como un acto de diplomacia ni como observadora, sino como estadista.
Con voz y propósito consciente, resultado de la transformación que se está viviendo en México, en un foro donde las economías imponen la agenda, nuestra presidenta le dio un giro con sentido y determinación al proponer una “Cumbre por el Bienestar Económico”, un espacio multilateral que incluya a América Latina y otras regiones del Sur global, donde el desarrollo no se mida solo en cifras macroeconómicas, sino que trascienda con realidad, con ejemplo, con transformación; a través del bienestar de las y los ciudadanos de cada pueblo. Una propuesta audaz, profundamente humanista, que rompe con los viejos modelos de crecimiento excluyente que han dominado al mundo por décadas.
A diferencia de lo que se acostumbraba en otros gobiernos, ceder ante las potencias, obedecer, nuestra presidenta Claudia Sheinbaum se plantó con dignidad, con la fuerza de un pueblo que la respalda. En medio de tiempos hostiles y difíciles por la crisis climática, económica y migratoria, su participación fue un respiro de lucidez y profunda dignidad.
Hoy los ojos del mundo están puestos en México. No solo tenemos una historia gloriosa, valores y cultura: tenemos un presente con proyecto y un propósito claro de bienestar para las familias mexicanas, y un futuro dispuesto a ser protagonista. Hoy no vivimos una administración más. Nuestra presidenta representa los ideales de un proyecto transformador: una nueva forma de entender el poder, de ejercerlo desde la virtud, con el servicio como prioridad.
Ese es el verdadero poder. Frente a un contexto internacional incierto, con guerras activas y discursos de odio constantes, apostó por un diálogo con propósito y conciencia, por la defensa de nuestros migrantes y por un nuevo pacto regional que genere bienestar y trabajo conjunto entre naciones, respetando siempre la soberanía de cada pueblo.
Lo que llevó nuestra presidenta a la Cumbre del G7 no fueron ocurrencias, improvisaciones ni diplomacia hueca. La acompañó la visión de una transformación profunda que hoy vive México. Hoy podemos decirlo con orgullo: tenemos mucha presidenta. Una que, con dignidad y humanismo, pone a México en alto. Una que entiende cómo gobernar para que en cada una de sus acciones florezca el bienestar de nuestra nación.
Tenemos mucho por seguir construyendo.