La reciente confrontación militar entre Israel e Irán, con la intempestiva participación de los Estados Unidos, puede convertirse en uno de los más emblemáticos casos de uso de las redes sociales como instrumento de guerra. Hasta ayer por la noche, después de haber ordenado el bombardeo de instalaciones nucleares en suelo iraní, el presidente estadounidense Donald Trump anunció también que ya había paz y que se había firmado un acuerdo de cese al fuego.
La sorpresa fue mayúscula. El anuncio del presidente estadounidense ocurría apenas unas horas después de que las milicias iraníes lanzaran misiles contra bases militares norteamericanas instaladas en Qatar e Irak.
Poco después de que el presidente declaró el fin del conflicto militar en su cuenta de “Truth Social”, el ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Abbas Aragchi precisó: “No hay un acuerdo sobre un alto el fuego ni un cese de operaciones” con Israel. Sin embargo, si las agresiones concluyen antes de las 4:00 de la mañana, también los iraníes detendrían sus ataques.
Eso es muy diferente.
Al margen de lo que ocurra en tierra y de las decisiones militares de los dos países, lo que sorprende es el manejo de la comunicación por parte del presidente mismo de los Estados Unidos. Él encabeza la narrativa internacional y lanza mensajes que, obviamente, se destinan a sus simpatizantes en Estados Unidos y al público internacional que no está enterado de la realidad.
Seguramente, ningún gobierno mundial, ningún organismo internacional como la ONU o la OTAN, pueden creer un mensaje en una red social que se adelante a la información de dos gobiernos que oficialmente, se confrontan en una guerra que preocupa al mundo y causa estragos económicos, al margen de la pérdida de vidas humanas y la destrucción de infraestructura.
¿A quién pretende sorprender el presidente de los Estados Unidos?
Por lo pronto, en su estrategia de comunicación –en la que se pueden descubrir incongruencias, promesas incumplidas y verdades a medias– toma la delantera a los jefes de Estado y a las democracias del mundo (incluida la de México) que siguen mudas y sin reaccionar ante un proceso bélico que va mucho más allá de ejércitos y armamento.
Donald Trump lleva la guerra a otro nivel: el de la comunicación y las redes sociales. Seguro esta vez hasta Vladimir Putin le aplaudirá, pragmáticamente, la ventaja lograda.
Ya después vendrá el recuento de los daños.