En el trajín de las actividades en la Cámara de Diputados, en un período extraordinario de sesiones en el que la mayoría de Morena y sus aliados (Partido Verde y Partido del Trabajo) deciden qué es importante y qué no, se aprobó una reforma en materia de seguridad que abarca a la Guardia Nacional y que implica, también, abrir la puerta para que militares en ejercicio puedan ser candidatos a cargos de elección con el permiso de sus autoridades militares.
En el gobierno federal y entre los diputados morenistas que obedecen los dictados del coordinador Ricardo Monreal, se desacreditó cualquier señalamiento sobre ese punto.
Pero no es un tema menor ni una redacción perdida entre las reformas.
Abrir la puerta para que quienes son militares puedan acceder a candidaturas de elección, es regresar por completo a la etapa histórica del México revolucionario.
Hoy, con el personal militar (sobre todo sus superiores) ocupando tareas en las que son titulares de aeropuertos, aduanas, construcción de infraestructura (Tren Maya y carreteras) y responsabilidades que se acumulan, ha quedado casi en el olvido la cuestión de “regresarlos a sus cuarteles”, como lo prometió el ex presidente Andrés Manuel López Obrador.
Ha ocurrido justamente lo contrario.
Y debe quedar claro: los militares mexicanos no son enemigos de los demás mexicanos. Pero también es verdad que el poder, el acceso a los recursos públicos, corrompe a las élites. ¿Necesitamos más pruebas que lo que ha pasado en México a lo largo de los siglos?
Los militares mexicanos no necesitan, no lo han pedido, tener espacio para competir por escaños en la Cámara de Diputados, en el Senado.
No han solicitado ser candidatos a presidentes municipales, gobernadores… o a la presidencia de la república.
El tema no debe colocarse en el terreno de la discusión pública.
La república mexicana lleva al menos un sexenio y lo que va del presidente, en un ambiente de polarización en que se reviven revanchas políticas y sociales.
Quizá a las nuevas generaciones se les haya olvidado lo difícil que fue quitarle a la clase militar el ejercicio del poder. Será muy complicado limitar las nuevas funciones que ahora les han sido otorgadas.
Que el López Obrador en su período previo a la presidencia haya ofrecido regresarlos a los cuarteles no fue gratuito; obedecía a razones históricas. Que hoy, desde la dominación completa del Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, estén obsequiando abrir los espacios a las elecciones, es retornar a un conflicto que se había superado en la década de los años 50 del siglo pasado.