Desde el viernes de la semana pasada (27 de junio), la presidenta municipal de Guadalajara, Verónica Delgadillo, compartió en sus redes sociales que en Balcones de Oblatos, al Oriente de Guadalajara y concretamente en la calle Hacienda de los Cedros, estaban aplicando un operativo para retirar toneladas de basura; se estimaban 120 toneladas, pero no tenían certeza total.
La alcaldesa, que se ha caracterizado por enviar un mensaje conciliatorio y de llamando de conciencia, se vio esta vez más en serio: “¡Así no podemos!”.
Aunque ella insiste en que pasó su infancia en el barrio de Talpita, a cinco minutos en auto de este auténtico basurero clandestino, quizá no tenía idea de lo que estaba pasando en ese pequeño barranco de Balcones de Oblatos, a unas pocas cuadras de uno de los centros comerciales más exitosos de la ciudad, “Terraza Oblatos”. Decir basurero es poco.
Para el momento en que había compartido el video, la alcaldesa de Guadalajara tenía a casi 100 personas en un operativo para retirar basura, muebles y cadáveres de mascotas. Para esta ocasión, hasta el tono de voz le cambió: subrayó que no les temblará la mano para aplicar sanciones a quienes impunemente tiran basura y todo tipo de desechos.
Mencionó incluso la detención de cuatro personas que habían sido encontradas en el acto.
La verdad, ya se había tardado.
La presidenta Verónica Delgadillo, primera presidenta municipal electa de Guadalajara, ha trabajado durante nueves meses apelando a la buena voluntad de las personas, pero también ha recibido varias veces, los resultados de estudios de opinión en los que la mayoría está de acuerdo con la aplicación de sanciones económicas y administrativas.
¿Por qué no las han aplicado? ¿Por qué han preferido más el mensaje previsor antes que la sanción que ya consta en los reglamentos? Quizá fue estrategia de relación pública.
Pero ya no es tiempo.
La presidenta municipal debe mostrar no la mano dura –nadie le pide que se muestre como una mujer con el enojo a flor de piel— sino la autoridad para aplicar la norma y reconocer a quienes actúan correctamente, pero más la autoridad para sancionar a quienes van en contra de la reglamentación.
Las autoridades políticas suelen confundir el ejercicio de la autoridad con la conveniencia de la simpatía pública. Sancionar a quiene tiran basura no quita votos, quizá reafirma el prestigio.
Ya es tiempo.