En este país surrealista que es México, en ocasiones las prioridades del Gobierno parecen escritas por los guionistas de La Rosa de Guadalupe, pero con presupuesto de campaña y brújula moral extraviada. La semana pasada, por ejemplo, se difundió un boletín oficial —con todo el protocolo, firma institucional y tono de tragedia ecológica— por la muerte de un cocodrilo.
Y claro, las redes institucionales se activaron, las alertas de prensa brincaron y el Gobierno mostró su sensibilidad con la fauna silvestre. Faltó que decretaran duelo ambiental de 24 horas.
Que no me lean los ambientalistas, porque voy al punto.
El problema no es que se proteja la vida animal. Está bien, es necesario. Lo escandaloso es el contraste: por una persona desaparecida, ni un tuit. Por un joven asesinado en una calle mal iluminada, silencio. Por las víctimas de la violencia que se acumulan como cifras, nada. Pero por el cocodrilo, boletín.
¿Qué mensaje manda un Estado que se conmueve más por un saurio que por un ser humano? ¿En qué momento se invirtió la escala de valores? ¿Cuándo decidimos que la vida humana podía pasarse por alto, mientras no toquemos al “medio ambiente”?
No es exageración.
Cada semana se reportan desapariciones, feminicidios, asesinatos. Y si acaso hay una declaración oficial, es tibia, burocrática, llena de tecnicismos que diluyen la responsabilidad. A veces ni eso. Mientras tanto, hay familias que llevan años exigiendo justicia sin obtener siquiera una respuesta. Y cuando lo hacen, es para decirles que “no hay presupuesto” o que “la carpeta sigue abierta”.
¿Dónde está el boletín por los niños sin tratamiento oncológico? ¿O por los desplazados por el crimen organizado? ¿Dónde está la postura institucional ante la impunidad que reina en tantos rincones del país?
El Gobierno debe entender que cuidar el medio ambiente no está peleado con cuidar a su gente. Pero cuando se sobreactúa en un lado y se ignora el otro, no es amor a la naturaleza: es populismo verde.
Proteger la vida silvestre sí. Pero que no se nos olvide que la vida humana también cuenta. O al menos, debería.
Porque si seguimos así, pronto habrá más boletines por animales muertos… que respuestas por humanos desaparecidos.
¡Primero, lo primero!