Cuánto daño nos hace ser campeones. Sí, cuánto daño. Y es que después del titulo obtenido por la Selección Mexicana en la Copa Oro, todo es miel, todo color de rosa; todo está bien y vamos por el camino correcto, ¿o no? Bueno, cuando menos así se expresaron jugadores, cuerpo técnico y directivos después de la apurada victoria (como todas las que se obtuvieron en este torneo) ante el cuadro de las barras y las estrellas, que dicho sea de paso, jugaron con un equipo B esta edición de la Copa Oro, pues sus principales figuras estuvieron ausentes del listado norteamericano.
Y no se trata de ser aguafiestas o antipatriota o negativo, para nada. Creo que hay puntos muy positivos a resaltar más adelante, pero la realidad hoy del futbol mexicano no está reflejada en las victorias, en los trofeos; la verdadera historia de nuestra selección está en ver a quién le ganamos y sobre todo, cómo le ganamos. Las respuestas las tienen cada uno de ustedes queridos lectores, reflexionando si con este futbol tendremos un mundial diferente, si podremos avanzar de nivel, si somos capaces de enfrentarnos de tú a tú con las grandes potencias, como ya lo habíamos logrado años atrás. ¿En dónde estamos pues, celebrando un título de una Copa que era obligación ganarla, o festejando el futbol realizado a lo largo del torneo?… ¿De qué nos ilusionamos entonces?
Podemos aplaudir la llegada de un chico de 16 años al Tricolor. Eso es bueno en términos generales, ¿pero ahora el muchacho va ser nuestro baluarte como nos lo ha dejado ver el técnico nacional, alineándolo de titular y con la responsabilidad de los grandes? ¿Es en serio que el futbol de la Selección está en los pies de un niño que ni siquiera ha alcanzado los 50 partidos en Primera División?
Por lo menos ya se encontró una alineación base que no la había encontrado en todo el proceso. Que por cierto, Aguirre está viviendo por tercera ocasión en el Tricolor, recordando que en las dos anteriores, pues no nos llevó a buen puerto. Somos campeones pues, de la Copa Oro siendo un parámetro muy débil como para ubicarnos de cara a un Mundial donde ya no tendremos un solo partido oficial para sacar conclusiones; ya sólo restarán amistosos y más amistosos, en los que el resultado, la exigencia y las obligaciones serán como son en el futbol mexicano en general: muy generosas, tocando tonos de mediocridad y conformismo. El tiempo pone a cada quien en su lugar y el tiempo llamado Mundial nos aplastará con una realidad muy distante a la de hoy, y si no me creen, pues tiempo al tiempo…