Cada vez son más quienes se preguntan: ¿en qué momento vivir en la ciudad se volvió un lujo? Este fin de semana las calles de colonias de la CDMX, como la Roma y la Condesa, se llenaron de jóvenes con la primera marcha contra la gentrificación, ¿qué es la gentrificación? En pocas palabras, es un proceso de renovación urbana en el que llegan personas de clase media o alta a zonas populares, lo que generalmente provoca el desplazamiento de las y los habitantes de menores ingresos que ya no pueden pagar el aumento en los precios de la vivienda y de los servicios.
Esto nos lleva a preguntarnos: ¿En favor de quién marchaban los jóvenes? Los jóvenes marchaban por las personas que a diario invierten de tres a cuatro horas de su día para legar a sus espacios de trabajo; marchaban por las horas de convivencia, descanso que a diario mujeres y hombres sacrifican para poder llevar un ingreso a casa. El error es creer que intimidando a los extranjeros mediante pintas, gritos y cantos de odio, la problemática se resolverá; esto en el momento en el que miles de mexicanos también luchan por escapar de un sistema que a diario los criminaliza, un sistema que alimenta discursos de odio y los posiciona como una amenaza para el país; no podemos responder de la misma manera de la que muchos de nuestros paisanos intentar huir día con día.
La crisis de vivienda que enfrentamos en México, no empezó con la llegada de extranjeros. Existe desde hace décadas y se vive con más fuerza en zonas donde ni siquiera hay presencia internacional. Los extranjeros se pueden ir y la gentrificación seguirá existiendo mientras no pongamos nuestra atención en lo que realmente importa: garantizar el derecho constitucional a la vivienda digna.
Esto implica que todas y todos podamos acceder a un hogar con seguridad en la tenencia, con servicios básicos, a un precio justo, que sea habitable, accesible y que esté bien ubicado. Por eso vale la pena preguntarnos: ¿la gentrificación puede traer ventajas económicas en beneficio del resto de la ciudad? Sí, pero solo si se gestiona correctamente, tenemos que buscar que esto sea a través de programas bien diseñados y estructurados, mediante la implementación de políticas económicas redistribuidas que aseguren que los recursos generados por la gentrificación se usen para regenerar otras zonas urbanas olvidadas.
Espacios que han sido abandonados y que podrían revitalizarse para beneficio colectivo. También debemos impulsar las pequeñas empresas, apoyar servicios comunitarios, restaurar viviendas deterioradas, mejorar los espacios públicos para que exista una mayor interacción social y vida en las calles, todo esto mediante organización social y trabajo en equipo.
Por eso, desde el Congreso seguiremos impulsando políticas públicas de vivienda que respondan a la realidad que viven millones de personas, presupuesto con perspectiva social, planes de desarrollo urbano sostenibles y participación comunitaria real en la toma de decisiones, porque tener un techo digno no debería ser una lucha, sino un derecho garantizado por el Estado. Desde esta trinchera seguiremos trabajando para que la vivienda se construya en las zonas metropolitanas con una visión integral, donde el acceso a la vivienda no te aparte de otros derechos fundamentales como la movilidad, el agua, el manejo de residuos o los bosques urbanos. La Ley General de Asentamientos Humanos y la Ley de Zonas Metropolitanas, que estamos construyendo, servirán para poner orden al crecimiento de nuestras ciudades y garantizar una urbanización más justa y equitativa. La vivienda no puede seguir siendo un privilegio, tiene que ser un derecho y sin duda ese debe ser nuestro norte.