El feminicidio de una joven de 20 años en Jalisco, asesinada por su ex pareja con un arma R-15 de uso exclusivo del Ejército, sacude nuevamente a la Entidad. Este crimen no solo refleja la violencia de género persistente, sino también el alarmante acceso que tienen los civiles a armas de alto poder, diseñadas para el combate y no para circular libremente por las calles mexicanas.
La realidad es cruda: en Jalisco se han decomisado más de 11,000 armas en los últimos años, pero el tráfico ilegal continúa imparable. A nivel nacional, se estima que más de 200,000 armas cruzan la frontera anualmente, mientras que los decomisos apenas alcanzan un 3% de ese total. La impunidad y la debilidad institucional han convertido al Estado en terreno fértil para la violencia.
Frente a esta crisis, es urgente implementar estrategias de seguridad más rigurosas y efectivas. Los retenes de revisión aleatoria, aplicados estratégicamente por la Guardia Nacional y la Policía Estatal, podrían ser una herramienta clave para frenar la portación ilegal de armamento y disuadir delitos de alto impacto, como los feminicidios.
No se trata de militarizar el Estado, sino de prevenir. Y la Constitución permite hacerlo. De acuerdo con el artículo 21 de la Constitución Mexicana y la jurisprudencia 1a./J. 78/2014 de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los retenes son legales si cumplen con ciertos principios: no deben implicar detenciones arbitrarias, deben estar justificados por causas objetivas y no pueden violar la privacidad ni los derechos fundamentales sin una causa fundada.
Esto significa que sí es posible establecer filtros de seguridad en puntos críticos del Estado, siempre que se respeten los derechos humanos y exista un marco normativo que regule su operación. La clave está en que los operativos estén documentados, supervisados, y que los elementos estén capacitados y equipados para actuar con profesionalismo y legalidad.
Un modelo a seguir es el del municipio de San Pedro Garza García, en Nuevo León. Allí, la estrategia de seguridad se apoya en tecnología y transparencia: patrullas y oficiales cuentan con cámaras de videograbación, los procedimientos son auditados y los ciudadanos pueden denunciar abusos en tiempo real. Esta infraestructura ha reducido la percepción de corrupción y ha fortalecido la confianza ciudadana.
Jalisco debe mirar hacia adelante. Equipar a los cuerpos de seguridad, implementar plataformas de denuncia digitales, instalar cámaras en patrullas y oficiales, y operar retenes respetuosos de la ley, son pasos fundamentales para frenar la violencia que hoy desborda al Estado.
Blindar Jalisco no es llenar las calles de armas, sino de vigilancia inteligente, legal y efectiva. La vida de las mujeres y la seguridad de la ciudadanía ya no pueden esperar.