Es muy difícil hacer entender a los estamentos académicos y directivos (1) de la medicina que la Atención Primaria es mucho más de lo que perciben, y que el médico general/familiar necesita una formación mucho más profunda a la que actualmente recibe.
Un ejemplo de lo que necesita comprender el MG/MF es el concepto de “síntomas prestados”. Consiste en que un paciente le presenta al médico síntomas que NO tiene en realidad. La intención es obtener prescripciones de medicamentos para otra persona. El concepto no está descrito en la publicaciones médicas; sin embargo, es conocido por los médicos generales que trabajan en instituciones como el IMSS. En mi práctica pude verificar lo que voy a describir debido a la confianza que tenían algunos pacientes y por el conocimiento personal de viejos amigos que vivían en el área de cobertura de la clínica donde yo trabajaba. Los jefes de servicio que conocen a personas en los barrios a los que acuden las personas a consulta, pueden tener buena idea de cómo funciona el mecanismo de este fenómeno social.
¿En qué consiste el síndrome de los síntomas prestados?
Consiste en que una persona derechohabiente va a consulta expresamente a conseguir medicamentos para algún no-derechohabiente. Relato un caso que me comentó un paciente cuando era jefe de servicio en una clínica: “Cuando alguien en la cuadra viene al Seguro le dice a algún vecino que si necesita alguna medicina porque tiene cita con su médico familiar, y si quiere le puede traer naproxeno, diclofenaco, paracetamol o algo para la gastritis… y así se lo consigue y se lo trae”.
En las consultas con “síntomas prestados” los diálogos son muy variados, desde la consulta por un dolor epigástrico, agruras, dolor de la rodilla, dolor de cabeza, dolor general del abdomen, etcétera. Los médicos no pueden comprobar la simulación clínica en un consultorio. A lo más, pueden sospechar que “algo no encaja” cuando en consultas posteriores el paciente recuerda vagamente qué tenía y qué se prescribió. La única forma de comprobación sería que el propio paciente que ha obtenido la medicación lo exprese directamente. Una investigación cualitativa en los barrios donde vive la gente podría dar luz sobre este tema. Un síndrome muy cercano al que describo, es el de pedir medicamentos “para en caso de que necesite”. Cualquier medicamento que algún miembro de una familia use de manera permanente está sujeto al síndrome de acumulación.
En muchos hogares se puede ver el fenómeno de la acumulación de medicamentos del servicio público o el de las “muestras médicas” que regalan los médicos de barrio y que los laboratorios descuentan de sus pagos de impuestos.
Cuando se tiene derecho a un servicio como el del sistema de los bancos el fenómeno es todavía mayor. Trabajé 5 años en un sistema de ese tipo; en la clínica trabajé junto con internistas, traumatólogos, pediatras, urólogos. Podíamos prescribir libremente cualquier medicamento de patente. Hubo pacientes que me contaron historias de amigos que vendían los medicamentos cada mes; así obtenían un ingreso mensual. Con esto quiero decir que el fenómeno no es privativo del sector público, sino en todo espacio donde la prescripción de medicamentos sea parte de una prestación. Ante esta extendida situación, es intrigante que las instituciones suelan oponerse a los proyectos de investigación del fenómeno de las conductas sociales que buscan obtener medicamentos sin necesidad terapéutica para quien los pide al médico.
¿Qué parece favorecer el fenómeno de los “síntomas prestados”?
Cuando la motivación no es vender el medicamento, sino ayudar a alguien no derechohabiente, el origen es la falta de un sistema de salud de cobertura universal que deja fuera a personas en condiciones de pobreza. La prescripción por “síntomas prestados” podría ser más frecuente en el caso de médicos que no revisan físicamente a sus pacientes, y cuando se trabaja bajo el sistema de “unifila”. En el primer caso, los pacientes saben que si muestran muchos síntomas a ciertos médicos, en lugar de hacer una exploración física amplia, su médico prefiere la vía corta de darle recetas de medicamentos.
En el caso de la “unifila” el médico recibe pacientes que no conoce y se enfrenta a una situación de premura ante una persona que NO seguirá siendo su paciente. Ambas situaciones están inmersas en la prolongación de licencias laborales (incapacidad para el trabajo) y muchos pacientes conocen muy bien cómo sacar la mejor ventaja del desorden organizacional.
En estas columnas y desde el 28 de septiembre de 2024 me propuse mostrar que la medicina general es mucho más que lo que se enseña en las escuelas de medicina y las residencias de medicina familiar en México. Esta columna defiende un resurgimiento de la medicina general, a la que considera indispensable para elevar los niveles de salud de la población. Salud aquí quiere decir “tener los mejores recursos físicos, mentales y sociales para llevar una vida lo más floreciente posible”. Si solamente enseñamos a prescribir fármacos y a seleccionar pacientes para el nivel hospitalario, eso es lo que esperará recibir un paciente que consulta en el primer nivel de atención de parte de su médico general. La medicina general es mucho, mucho más que eso.
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Referencias :
1. Friedson, E. (1984). The changing nature of professional control. Annual Review of Sociology, 10, 1-20.