Primero fue Ricardo Monreal en España. Argumentó que está festejando 40 años de vida matrimonial y que está recorriendo el Camino de Santo Santiago. Incluso, subió imágenes con su atuendo de romero improvisado. Después apareció Mario Delgado, el secretario de Educación, que descansa en Portugal. Y también se ha ventilado en las redes sociales el caso de un diputado federal morenista, Enrique Vázquez, que vacaciona en la isla de Ibiza, uno de los destinos turísticos más exclusivos para los europeos.
Y adicionalmente, uno de los villanos políticos más sonados, Miguel Ángel Yunes Linares, fue sorprendido en un club de playa en Capri, Italia.
Este tipo de temas, que pueden parecer superficiales y baladíes junto a las problemáticas que deben atenderse en el Poder Legislativo y en la Presidencia de la República, exhiben sin embargo la incongruencia en el discurso y en los hechos de la “cuarta transformación”.
En las redes sociales, las mismas en las que han sido exhibidos los políticos referidos y muchos otros, también se hacen evidentes los cuestionamientos: ¿Y la austeridad republicana?
Lo que está de fondo no es sólo la credibilidad (si alguna vez la han tenido Yunes, Monreal y Delgado), sino también la continuidad del proyecto de la llamada “transformación”.
Desde hace varios años, la presunción del “nosotros no somos iguales” se ha desmoronado con una velocidad pasmosa, pero no porque el mexicano promedio siempre dude de la honestidad y la congruencia de los políticos, sino porque nuevamente nos enfrentamos a la realidad de la desilusión de un proyecto político que alcanzó el poder prometiendo una transformación que evidentemente no existe.
En este punto es importante subrayar: no puede ser motivo de condena que los integrantes del poder público puedan pagarse vacaciones en Europa o en cualquier país del mundo. Eso no es lo importante.
Lo que debe importar es que cumplan con su trabajo, que se cumplan los objetivos y los compromisos.
Es evidente que al margen de los programas sociales, hoy constitucionales, que tantos votos les granjean a los morenistas en cada proceso electoral, siguen sin cumplirse objetivos de trabajo en ámbitos como la salud pública, la infraestructura, la economía, la educación.
Es tiempo, y fue más rápido de lo que se esperaba, de regresar al discurso de la petición del voto a cambio de resultados tangibles, y dejar de lado las promesas falsas y los comparativos con un pasado que no existió.
¿En dónde se puede presumir la austeridad republicana?
¿En Palacio Nacional o en las capitales europeas del turismo?