El episodio es indignante y doloroso: Irma Hernández Cruz, una maestra de educación pública, ya jubilada, con 62 años de edad, trabajaba como taxista para tener más ingresos y completar sus gastos. Era un trabajo honesto. Pero hombres armados de la “mafia veracruzana” la sacaron de su auto en pleno centro de su ciudad, Álamo Temapache, Veracruz, y se la llevaron privada de la libertad por no pagar “el derecho de piso”.
Apareció después un video. Ella estaba arrodillada, indefensa, rodeada por varios hombres armados y encapuchados. La obligaron a leer un mensaje de advertencia al resto de los taxistas: o pagan o les espera lo mismo. La maestra apareció muerta. La encontraron sin vida el 24 de julio.
Acosada por los señalamientos y la indignación, la gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle, ha subrayado repetidamente que la maestra no fue ejecutada, sino que murió por un infarto. Como si era fuera una diferencia que justifique otra historia de impunidad y violencia.
Ha ido más lejos: llamó “miserables” a quienes han hecho “un escándalo” con la historia de Irma Cruz Hernández. Así que la gobernadora veracruzana ya tiene sus propios miserables, mientras insiste en que la maestra de escuela jubilada, no fue estrictamente ejecutada por el crimen organizado que azota en el Norte del Estado de que ella gobierna.
Irma Cruz trabajaba como taxista justamente porque padecía una serie enfermedades que la obligaban a consumir medicamentos.
La información que se ha hecho pública después de su autopsia, revela que en su cuerpo se observaban golpes, pero perdió la vida por un infarto. No presentaba muestras de haber sido baleada o herida. ¿La mató el miedo? Es probable explicarlo así.
En la narrativa de la gobernadora, la maestra y taxista murió de miedo. Y eso, aparentemente no es responsabilidad de la autoridad.
Son miserables quienes lanzan reclamos y critican el desempeño de su gestión en el combate a la inseguridad y la violencia, porque los hombres que “levantaron” a la maestra Irma ni siquiera dispararon contra ella.
Lo que ocurrió y la respuesta indignada de la gobernadora Nahle parecen un absurdo. Tanto como lo es que una mujer jubilada después de haber sido maestra durante su vida productiva, tuviera que ser también taxista para poder tener más ingresos y comprar medicamentos, porque el pago de la jubilación no alcanzaba para eso.
Ya está. Lo describió puntualmente Rocío Nahle: son “miserables”.