Hace varias semanas, la presidenta Claudia Shienbaum Pardo anunció que en su momento presentará una propuesta de reforma electoral que seguro modificará la Constitución del país y también la conformación del Congreso de la Unión y hasta del Instituto Nacional Electoral (INE). En su momento se abordó el tema en “Al buen entendedor”, en la posibilidad de que se reduzca al mínimo la democracia en México.
El tema volvió a estar en discusión pública después que apareciera una versión de Ricardo Monreal Ávila, actual diputado federal y coordinador de los diputados de Morena (y de facto, también de los legisladores del Partido Verde y el Partido del Trabajo), en la que cuestionó si era conveniente la desaparición de los diputados de representación proporcional o “plurinominales”, como también se les conoce.
Horas después, el mismo Monreal aclaró que en ningún momento cuestiona la intención presidencial de una reforma electoral… aunque ni siquiera haya sido presentada. En otras palabras, si Monreal se atrevió a sugerir, inmediatamente reculó. Lo que decida la presidenta Sheinbaum en su propuesta de reforma está muy bien.
El comportamiento de Monreal Ávila obedece no a su convencimiento de que deban desaparecer 200 diputados y 32 senadores. No, lo que sucede es que hizo un cálculo político en el conocimiento de que hay una disputa interna por el poder en Morena, y el equipo de la presidenta Sheinbaum Pardo, desde Palacio Nacional, apunta a ser el ganador y desplazar definitivamente a los grupos políticos del mismo Monreal y del senador Adán Augusto López.
Es otra historia.
En este espacio pretendo hacer énfasis en el riesgo que representa la desaparición total, vía reforma, de los plurinominales.
A pesar de todo el rechazo –bien ganado– que los mexicanos externan contra diputados y senadores, el origen de la representación proporcional fue un intento de equilibrio. Los plurinominales fueron los diputados de los partidos opositores al régimen todopoderoso del PRI, que lograban entrar a la Cámara de Diputados. No podían competir en número ni ganaban votaciones, pero con ellos tenía voz, al menos, una parte de los mexicanos que no aceptaba la visión única del PRI-gobierno.
Desaparecer a los plurinominales, en un escenario de dominio casi total de Morena, significa retroceder en el tiempo y regresar al mismo esquema de los años 60 y 70 del siglo pasado.
Además, la reforma anticipada por la presidenta, adelanta reducir al INE.
El futuro en materia electoral y democrática se anticipa muy oscuro. Los que pueden cuestionarlo, incluso si son de Morena, ya no tienen permiso.