En Jalisco y en todo México, Morena llegó al poder con una bandera que parecía irresistible para millones: la promesa de la austeridad republicana. “Nada de lujos, nada de privilegios, primero los pobres”, repitieron hasta el cansancio. Hoy, la realidad se impone como un golpe de agua fría: los líderes y funcionarios ligados a la llamada Cuarta Transformación viven en un mundo paralelo, muy lejos de ese discurso que tanto les ayudó a ganar elecciones.
No se trata de rumores ni de percepciones, sino de hechos documentados. Los viajes de lujo en destinos internacionales, hospedajes en hoteles de cinco estrellas, vehículos blindados de altísimo costo y mansiones en zonas exclusivas son parte del día a día de quienes dicen “gobernar para el pueblo”. “Andy” López Beltrán, hijo del ex presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha sido señalado por sus viajes y su cercanía con contratistas favorecidos; Ricardo Monreal presume su estilo de vida en las zonas más caras de la capital española; Adán Augusto López se mueve con escoltas y camionetas blindadas; Mario Delgado ha sido captado en Portugal, imágenes que contradicen la de un servidor austero como la que intenta vender.
La incongruencia es insultante. Mientras millones de familias mexicanas enfrentan la cuesta de la inflación, el aumento en el precio de la canasta básica y la inseguridad que golpea todos los días, la élite de Morena vive como si nada. Su austeridad es un disfraz y fue solo un eslogan de campaña, es la vieja política de siempre, pero con un nuevo color en el logotipo.
El verdadero problema no es solo que gasten en lujos; es que lo hagan con el dinero del pueblo, con recursos que deberían destinarse a hospitales sin medicinas, escuelas con techos caídos y comunidades que esperan obras básicas desde hace años. El cinismo con el que se pasean por aeropuertos internacionales o compran casas millonarias es la prueba más clara de que su “transformación”; solo transformaron sus cuentas bancarias y sus estilos de vida.
Morena y sus líderes se burlan del pueblo porque creen que la gente no ve, no entiende o no recuerda. Creen que basta con repetir un discurso de “honestidad” para seguir engañando. Pero la verdad es que el México que prometieron no existe; lo que sí existe es una red de privilegios que se sostiene gracias a la credulidad de algunos y a la falta de exigencia de otros.
Ya es hora de que como ciudadanos abramos los ojos. No podemos seguir aplaudiendo a quienes viven como reyes mientras nos piden sacrificios. No podemos tolerar que se escondan detrás de alguien que en campaña prometió ser diferente y hoy protege a un grupo que vive de los excesos del poder. La austeridad verdadera no es un eslogan, es un compromiso con la gente. Y eso, en Morena, no existe.
El 2024 nos dejó claro que la mentira puede ganar elecciones, pero no puede ocultar la verdad para siempre. Depende de nosotros no repetir el error. No dejemos que los mismos que se llenan los bolsillos a costa de la nación nos sigan diciendo que son “del pueblo”. Porque quien vive entre lujos pagados con dinero público, no es del pueblo… es del poder.