El dolor individual y el dolor colectivo suelen estar interconectados. Un padre, por ejemplo, descubre que su hijo ha desaparecido sin dejar rastro. Pronto nos damos cuenta de que esa herida particular tiene el amargo poder de resonar en una comunidad entera.
Así lo vemos en el punto de partida de “La hora de la desaparición” (Weapons), flamante segundo opus de Zach Cregger que se erige como una rica y envolvente pieza de cine de género donde no uno, sino 17 niños parecen escapar de sus hogares en plena madrugada, hasta perderse en la noche y en circunstancias por demás misteriosas.
Más allá de que una gran parte de la crítica ha ensalzado este relato y de que parece que al gran público le ha gustado también, es justo decir que quien no caiga en el juego de Cregger —quien no se entregue a los trucos y excentricidades de la trama— podría sentir que está ante una de las películas más flojas que haya visto recientemente. Así de radical puede ser su efecto.
Yo, afortunadamente, no formo parte del grupo de los “desilusionados”: a mí la peli me atrapó, pero advierto que hay que tenerle un poquito de paciencia. Es un plato de cocción lenta que, conforme las piezas caen en su lugar, va recompensando al espectador. Pensarás que no pasa nada… y de pronto… ¡bum! La verdad te estallará en la cara.
Dicho esto, hay que reconocer que —nuevamente— Cregger tiene que lidiar con los fantasmas del “hype”. Sí, la película ha sido agigantada por su campaña de marketing y por sus primeras reacciones. Eso le ha jugado en contra ante el público al que no le ha encantado la cinta. Al cineasta ya le pasó lo mismo con su anterior largometraje (y ópera prima): “Bárbaro”.
Pero eso no es lo único que comparten sus dos películas, pues ambas te dejan con una sensación de que has transitado un camino de “plot holes” que, a final de cuentas, no importan tanto porque el trayecto ha sido bastante disfrutable. Otra cosa positiva es que tanto “Bárbaro” como “La hora de la desaparición” son títulos que, al encenderse las luces, hacen que uno sienta que algo valioso le ha sido abonado al cine de terror estadounidense de esta década.
Y es que, en términos de realización, “La hora de la desaparición” es una pieza bastante nutrida. Cregger y su equipo exploran los legados del terror atmosférico, el horror suburbano, el drama sobrenatural, el thriller policiaco y hasta de la comedia corrosiva y la farsa social. Esto último se traduce en momentos divertidísimos, delirantes e hiperbólicos. Los amantes del terror sabemos que la línea entre lo sórdido y lo hilarante es tenue. Si cruzas esa línea con éxito (lo cual es riesgoso), puedes lograr momentos de auténtico éxtasis dentro de los parámetros del cine de género. La peli de Cregger integra ese momento glorioso, aberrante y disparatado como parte del clímax.
Más allá de sus “asegunes” (que si los presuntos “plot holes”, que si la estructura pudo haber sido mejor), “La hora de la desaparición” es una película de calado complejo, de alto grado de dificultad y con un notable nivel de osadía.
Y ni qué decir de la “tía Gladys”. ¿Será que ese personajazo trascenderá en el imaginario del terror estadounidense, será que permee en la cultura popular? Ya lo veremos. Ojalá.