La vialidad de López Mateos, lenta, atorada, a veces nula por los embotellamientos y accidentes, se ha convertido en tema recurrente de las recientes administraciones; la que está en curso no es la excepción… Sus raíces parecen ligadas al crecimiento desordenado de la metrópoli, cuando Tlajomulco se convirtió en polo masivo para la construcción de vivienda de interés social sin infraestructura suficiente. ¿Será cierta esta tesis? Porque desde antes, en otra lógica y con otras capacidades económicas, nacieron Bugambilias, El Palomar, El Manantial. La realidad es que cada fraccionamiento sumó presión a una arteria que desde entonces se volvió insuficiente.
En el gobierno de Enrique Alfaro se intentó apaciguar la inconformidad con los Diálogos por la Movilidad Sustentable de López Mateos, que derivaron en la regulación de horarios para el transporte de carga. Ya con Pablo Lemus, se implementaron carriles de contraflujo en ciertos horarios, una medida que parecía prometedora, pero poco duró el gusto… La presidenta del Colegio de Ingenieros Civiles reabrió el debate sobre “soluciones” más profundas, significa la posibilidad de un segundo piso.
En 2023, una consulta ciudadana dejó claro el sentir: apenas un 2% apoyó un segundo piso en López Mateos; 40% pidió priorizar el transporte público. Hoy, volver a abrir el debate sin considerar ese resultado es incongruente y erosiona la credibilidad en la participación ciudadana porque el tema de fondo sigue intacto: no se ha pensado con seriedad en una línea de tren ligero o un sistema BRT con flota suficiente para absorber la demanda.
Pero incluso, si se asumiera ese compromiso, vendría otra pregunta inevitable: ¿Con qué recursos? La magnitud de una obra así requiere inversión federal, y hasta ahora no se ha visto voluntad económica para proyectos de este tipo, ni siquiera para los que ya han sido presentados. Quizá hubiera valido la pena que en la última reunión de Pablo Lemus con Claudia Sheinbaum se añadiera este punto a la agenda… por lo menos para el registro anecdótico.
El problema vial persiste y las soluciones han sido, hasta ahora, parches que ganan tiempo (por lo regular poco), pero no resuelven. López Mateos no necesita otro ejercicio para la foto, sino una estrategia integral que reconozca su historia y planee su futuro. Y si las consultas no sirven para orientar las decisiones, quizá el verdadero embotellamiento esté en la voluntad política.