Estados Unidos debe presionar a México ante el avance del crimen organizado.
La relación entre Estados Unidos y México atraviesa un momento de tensión. El presidente estadounidense Donald Trump ha intensificado la recopilación de información y ha ejercido presión sobre el gobierno mexicano para que asuma con mayor fuerza la lucha contra el crimen organizado. La realidad, sin embargo, muestra un panorama en el que los grupos criminales mantienen amplias zonas bajo su control y las instituciones mexicanas parecen incapaces de contenerlos.
Los delitos de alto impacto se multiplican en prácticamente todos los estados de la república. De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, hasta julio de 2025 se registraron más de 18 mil homicidios dolosos, con Jalisco, Guanajuato, Michoacán y Estado de México entre las entidades más afectadas. A esto se suma la impunidad, que supera el 90%, según análisis de organizaciones como México Evalúa e Impunidad Cero.
Frente a este escenario, no solo voces políticas como la de la senadora Lilly Téllez exigen que Estados Unidos intervenga con mayor apoyo en la batalla contra los cárteles, sino también amplios sectores de la ciudadanía. La violencia se ha convertido en el pan de cada día para millones de mexicanos.
Los hechos recientes son una muestra clara: en Jalisco, dos familias fueron ejecutadas en hechos paralelos, generando terror entre los habitantes; en Guerrero, un joven ayudante de mecánico de 14 años fue asesinado a balazos en un estacionamiento frente a un hospital del IMSS; y en Tabasco, otro menor de edad perdió la vida mientras trabajaba afuera de un taller mecánico. Al mismo tiempo, pequeños negocios de comida han optado por cerrar sus puertas debido a las extorsiones, un delito que se expande con fuerza en todo el país.
Pese a este panorama, el gobierno federal mantiene una narrativa de control y estabilidad, que contrasta con la percepción ciudadana. Organismos civiles y académicos advierten que el Estado mexicano ya no tiene la capacidad de enfrentar solo a los grupos criminales, que se han diversificado hacia delitos como secuestro, extorsión, robo de combustible y trata de personas.
Ante esta realidad, resulta cada vez más evidente que México necesita aceptar el apoyo de Estados Unidos. No se trata de una opción política o de soberanía, sino de una urgencia nacional: sin cooperación internacional, el país seguirá hundiéndose en una espiral de violencia que golpea a las familias, a la economía y a la paz social. La ayuda externa, lejos de ser una imposición, hoy representa la única vía para recuperar la seguridad y aspirar nuevamente a un México libre de la opresión del crimen organizado.