Inicia septiembre, uno de los meses más cívicos y de mayor orgullo para quienes nacimos en este país. Este mes enmarca la historia de lucha de nuestra Patria: el origen de lo que hoy conocemos como México.
Celebramos la independencia, los valores que nos unen y la construcción de una nación de instituciones que hoy nos permiten vivir en democracia y libertad. Las instituciones tienen un papel central en la sociedad, pues establecen las reglas del juego sobre el que se cimienta nuestra convivencia. Gracias a ellas se genera certeza, se favorece el desarrollo económico, político y social, y se garantizan derechos fundamentales.
Sin embargo, como señalaba Giovanni Sartori (1992), no basta con que existan leyes o reglamentos; también es indispensable que los actores políticos estén a la altura de las instituciones que representan. De ahí la gravedad del reciente altercado en el Senado de la República, donde dos legisladores se enfrascaron en golpes en pleno estrado del Poder Legislativo.
Más allá de lo lamentable del hecho, este tipo de conductas tienen repercusiones simbólicas profundas: las y los senadores son autoridad política, y representan un espacio de deliberación legislativa. Al actuar de forma inaceptable, no sólo dañan su imagen personal, sino también la confianza ciudadana en el Senado y en los partidos políticos que representan.
Estos actos se suman a una larga lista de episodios que han contribuido al desprestigio de la clase política, alimentando la desconfianza y la apatía que muchas y muchos buscamos revertir mediante la participación ciudadana. No podemos permitir que se degrade el nivel político de nuestro país.
Señalemos con firmeza a quienes intenten debilitar la confianza que tanto esfuerzo ha costado construir. Propiciemos el diálogo, la discusión y el análisis crítico. Porque en las democracias se vale diferir, pero no a base de gritos y sombrerazos.
El mejor homenaje a quienes lucharon por nuestra independencia no está en los discursos ni en las festividades, sino en cuidar lo que nos heredaron: un país con leyes, con libertades y con espacios de debate que merecen respeto. No normalicemos actitudes que transgreden nuestros valores como nación ni olvidemos que lo más valioso que tenemos es un México libre, que sigue luchando por consolidar instituciones sólidas y confiables.
Y finalmente, que esto nos sirva como recordatorio: los representantes encarnan un cargo, en donde el valor de las instituciones debe estar por encima del interés personal. Por eso, en este mes patrio y todo el año, seamos ciudadanas y ciudadanos exigentes, vigilantes y participativos. Solo así honramos verdaderamente a quienes nos dieron independencia. ¡Viva México!