Los alumnos han regresado a clases. Los maestros y directivos prepararon las áreas de la escuela y los salones para convertirlos en un espacio de encuentro de enseñanza y aprendizaje. Aparte de disponer los edificios para el regreso a clases, los maestros y maestras deben ser conscientes de que la Inclusión va más allá de implementar cambios en los contenidos y adaptar los espacios.
La inclusión es un acercamiento a las diferencias de cada una de las personas, sin importar sus capacidades, sus habilidades o sus intereses. Abrazar las diferencias aparte de enriquecernos, nos permite cumplir con el derecho a la educación que como todo mexicano, tenemos, sin importar nuestra condición de vida.
Como educadores debemos cumplir con este derecho inalienable, sin ningún distingo, es decir, debe cumplirse porque es un precepto, un mandamiento.
Al ser un derecho para la niñez y los jóvenes, la escuela debe ser inclusiva, un espacio a la diversidad, un lugar que abre puertas al diálogo en el que se relacionan alumnos con diferentes talentos, habilidades y capacidades; un ambiente donde el maestro está obligado a desarrollar al máximo cada uno de esos talentos, capacidades y habilidades.
En la medida que fomentemos la Inclusión, haremos sentir a los alumnos como parte de esa comunidad, brindando un sitio seguro para crecer y avanzar; haremos un ambiente donde son aceptados tal cual son, con sus particularidades, sin importar si tienen o no discapacidad.
La escuela, como comunidad de aprendizaje, es un espacio donde el docente no solo tiene que enseñar diferentes materias, sino que debe también enseñar lo que denominamos habilidades blandas, esas competencias sociales, cognitivas y emocionales que nos permiten interactuar y comunicarnos de manera efectiva. También facilitan la adaptación a los cambios y a diferentes circunstancias, nos ayudan a resolver problemas y aprender a trabajar en equipo.
Las comunidades de aprendizaje son un punto donde convergen las aptitudes y capacidades de cada persona. Como maestros, estamos obligados a fomentar la autoestima de nuestros alumnos, generar empatía para entender que la Inclusión es para todos, que es el reconocimiento y la validación de cada uno de ellos como personas en equidad e igualdad.
Sin importar la materia que impartas o el grado educativo que tienes a tu cargo, debes dedicar tiempo a trabajar la empatía y la tolerancia. Es importante fortalecer estas habilidades en cada uno de nuestros alumnos; esto nos permitirá tener un ambiente de aceptación en el que antes que nada, nos reconocemos y nos respetamos como personas, siendo ésta tan importante o más, que aprender cualquier otra materia o conocimiento.
Si desde la escuela entendemos que formar una sociedad incluyente es tarea y responsabilidad de todos y todas, llegará un día donde dejaremos de hablar de Inclusión porque habremos entendido que la comunidad la formamos todos, porque tenemos un lugar dentro de la sociedad, sin importar nada más que el hecho de que somos personas y merecemos respeto.
Cuando enseñemos, pero sobre todo logremos aprender que la empatía nos permitirá tener una sociedad más respetuosa, compasiva y pacífica, en la que todos y todas seamos bien aceptados, habremos conseguido sembrar en esos niños y jóvenes un mundo mejor.