Mientras Francesca Albanese, relatora especial de la ONU para los territorios palestinos ocupados, enfrenta sanciones personales por documentar y denunciar el genocidio en Gaza, el Estado de Israel está desatado. No dejemos de tener en cuenta que mientras en julio de 2025, Estados Unidos impuso medidas contra Albanese que incluyen la prohibición de ingresar al país, el congelamiento de sus activos y la imposibilidad de abrir cuentas bancarias en territorio estadunidense, lo que ha la dejado sin cuentas bancarias ni tarjetas de crédito en su natal italia, Israel bombardea Ciudad de Gaza, ataca en aguas tunecinas y comete actos de terror en plena capital de Catar. Es evidente la misión de EE.UU. y su secretario de Estado, Marco Rubio, de garantizar la impunidad israelí al tiempo que se rebajan a emprender represalias políticas y financieras inaceptables contra la funcionaria que ejerce su cargo pro bono y quien además goza de inmunidad diplomática.
La paradoja es brutal: mientras se castiga a una abogada y experta destacada por denunciar lo que a todas luces vemos, Israel se desborda en su afán por empujar cada vez más los límites de lo que le es permisible. Tan es así, que el día de ayer, 9 de septiembre, lanzó un bombardeo sobre un edificio en plena capital de Catar, Doha, donde negociadores de Hamás participaban en conversaciones de paz mediadas por dicho país del Golfo. Entre los objetivos estaban Khalil al Hayya, Khaled Mashal, Zaher Jabarin y Muhammad Ismail Darwish, todos sobrevivientes del ataque. Sin embargo, hay seis víctimas mortales. Al parecer, se trata de tres hijos de líderes de Hamás, dos guardaespaldas y un oficial de seguridad catarí. Las conversaciones de paz quedaron inmediatamente suspendidas. Queda claro una vez más que Israel las sabotea.
Para agravar lo sucedido, estos mismos días Israel se ha dedicado a destruir edificios residenciales de Ciudad de Gaza y a hostigar con sus drones armados a los barcos de la flotilla civil Global Sumud en la costa de Túnez. Si bien la flotilla no es reponsable del análisis forense de los ataques sufridos y las autoridades prefieren voltear a otro lado, queda claro que, tras amenazas y experiencias previas de confrontación, los organizadores responsabilizan directamente a Israel.
Durante prácticamente dos años, se le ha permitido a Israel la mayor campaña de violencia abierta y sostenida contra civiles y contra países vecinos –y no tanto–, de la que tengamos noticia. Y a pesar de todo, la causa Palestina está viva. El tamaño de la impunidad se corresponde solo con el doloroso proceso de renovada concientización sobre la causa justa del pueblo palestino. Hoy, millones más que hace dos años, conocen de la historia de opresión, ocupación, masacre y vejaciones. Hoy, aunque Netanyahu, Trump o Rubio quieran ocultar los hechos y torcer el hilo de la historia, la realidad de la brutalidad de la ocupación ha dejado de cuestionarse por millones. Eso, no tendrá marcha atrás.