El gobierno de Jalisco ha anunciado la implementación de un operativo dirigido a vehículos con placas foráneas, otorgando a las policías municipales y estatales facultades para detener y revisar autos bajo el argumento de combatir la delincuencia. Esta medida es abiertamente inconstitucional, ya que transgrede el artículo 11 de la Constitución que garantiza el derecho de toda persona a transitar libremente por el territorio nacional, y el artículo 16, que establece que nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones sin un mandamiento escrito de autoridad competente que funde y motive la causa legal del procedimiento.
En lugar de fortalecer la seguridad, la estrategia criminaliza a quienes por necesidad poseen un vehículo con placas de otra Entidad, exponiéndolos a revisiones arbitrarias sin orden judicial. Este tipo de acciones incrementa la desconfianza hacia las instituciones, pues se realizan en un contexto en el que los cuerpos policiales han sido señalados por actos de corrupción y abusos de autoridad. Tan solo en 2024 se registraron 2 mil 976 quejas ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco por violaciones a derechos fundamentales, y en los primeros cinco meses de 2025 ya suman más de mil 400 quejas, lo que evidencia que la relación entre ciudadanos y autoridades está lejos de ser de confianza.
Si la verdadera intención es disminuir los actos delictivos, el gobierno debería fortalecer el sistema de videovigilancia C5, aumentar la presencia de patrullas y establecer cordones de seguridad en las zonas de mayor riesgo. Implementar cateos indiscriminados sin control judicial es un retroceso en materia de derechos humanos y abre la puerta a prácticas de extorsión. La ciudadanía no puede confiar en autoridades que no están debidamente capacitadas y que han protagonizado casos de abuso documentados en los últimos años.
La seguridad no puede lograrse a costa de las garantías constitucionales. Medidas como estas, más que prevenir el delito, generan un clima de hostigamiento, discriminación y desconfianza. Los jaliscienses merecen estrategias de seguridad inteligentes, legales y respetuosas de los derechos humanos, no operativos que violen la Constitución y atenten contra la libertad de tránsito.