Uno de los temas que genera mayor consenso social y político es el rechazo generalizado al presupuesto que reciben los partidos políticos.
Para entenderlo es necesario hablar un poco de la historia. El presupuesto a los partidos nace —al igual que los plurinominales— de la necesidad de los partidos políticos de oposición en las décadas de los años 60, 70 y 80, los cuales no recibían presupuesto público, mientras que los recursos públicos y privados eran obtenidos casi en su totalidad por el PRI. A partir de las reformas políticas de finales de los 80 y principios de los 90, se crea y adiciona a la ley una fórmula de distribución que dota a los partidos de recursos públicos mínimos para su sostenimiento y tareas de formación. Al igual que con los plurinominales, la legislación fue evolucionando hasta la actualidad.
La fórmula
La Ley General de Partidos Políticos establece que se toma la cantidad de ciudadanos inscritos en el padrón electoral, con base en la actualización del 31 de julio de cada año, y se multiplica por el 65% del valor de la Unidad de Medida y Actualización (UMA). Es decir, al día de hoy con un valor diario de la UMA de $113.00, el 65% equivale a 71 pesos que, multiplicados por 101 millones de electores, resulta en más de 7 mil cien millones de pesos. Posteriormente, de esta cantidad el 70% se distribuye según la votación obtenida por los partidos en el proceso electoral federal anterior, y el 30% de forma igualitaria.
¿Cuánto recibirán los partidos a nivel federal este año?
PAN: 1,233 MDP
PRI: 933 MDP
PT: 637 MDP
Partido Verde: 790 MDP
MC: 921 MDP
Morena: 2,100 MDP
La fórmula, como ya lo he mencionado, es excesiva, abusiva, desproporcionada, ofensiva y está fuera de la realidad actual de nuestro país. México se encuentra en un momento histórico de cambios profundos en las instituciones públicas, en algunas con una refundación completa y en otras con transformaciones reales que signifiquen un cambio profundo en la vida pública. Las cúpulas de los partidos, desde que existe esta fórmula, se han puesto de acuerdo para mantener este estatus. A siete años de iniciada la transformación, es un buen momento para replantear esta fórmula. Yo iría un paso más allá y propondría abordar el tema de la fiscalización sobre el uso de esos recursos públicos, con una minuciosa observación, revisión y seguimiento.
¡Cuentas claras!
Para concluir, hago dos preguntas:
¿Conoce usted, amable lector, algún caso de algún dirigente de partido político que haya sido consignado por desvío de recursos, peculado o alguna observación hecha a los partidos por la Auditoría Superior de la Federación (ASF)?
¿Conoce usted algún caso en el que algún dirigente de partido político haya tenido que resarcir dinero al erario con sus propios recursos por el mal manejo de esos fondos?
Demos un paso más allá en la reforma política y vayamos hacia donde tengamos que ir.