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Tzinti Ramírez
Tzinti Ramírez
Internacionalista y maestra en Historia y Política Internacional por el Graduate Institute of International and Development Studies (IHEID) en Ginebra, Suiza. Investigadora invitada en el Gender and Feminist Theory Research Group y en el CEDAR Center for Elections, Democracy, Accountability and Representation de la Universidad de Birmingham, en Reino Unido. Miembro de la Red de Politólogas.

Reconocimiento a Palestina: un análisis político

24 septiembre 2025
|
05:00
Actualizada
21:49

Este año, en la Asamblea General de la ONU, 148 países han reconocido oficialmente al Estado de Palestina. Para algunos se trata de un gesto meramente simbólico. Para otros, una treta diplomática. Pero en realidad, este momentum de reconocimiento masivo encierra un conjunto de mensajes políticos poderosos y articulados.

Sobre el tema del reconocimiento la pregunta claves es: ¿Por qué ahora? Porque Israel ha llevado la brutalidad de su violencia a niveles que se han vuelto altamente costosos para sus aliados occidentales. Porque los abusos y crímenes del gobierno de Benjamin Netanyahu, bombardeos indiscriminados, asfixia humanitaria, expansión colonial, represión contra civiles, ha erosionado llevado al límite la aceptabilidad del “apoyo” a Israel para sus aliados tradicionales. Porque no hay manera ocultar los crímenes de guerra y el genocidio en curso, ni es creíble el pretexto eterno de la “autodefensa” y las preocupaciones de seguridad.

También porque el costo político de no hacer nada, o peor aún, de seguir respaldando pasivamente al gobierno israelí, se ha vuelto insostenible para los países occidentales que han visto volcar a su electorado a las calles con cada vez mayor vehemencia y organización.

Hoy, los gobiernos enfrentan presiones internas reales: desde huelgas generales como en Italia, hasta escisiones de partidos tradicionales para la formación de nuevas alternativas de izquierda como en el caso de Reino Unido; vemos un récord de vergüenzas, denuncias y repudio de la tibieza y la hipocresía de políticos, partidos políticos, empresas, personajes del entretenimiento, entre otros, que se han visto engullidos por una nueva ola de politización respecto a la causa Palestina.
En estos terribles dos años, la opinión pública no solo se ha hecho más vocal, sino que se ha educado respecto al tema Israel-Palestina.

Netanyahu ha logrado, sin proponérselo, la politización de una joven generación en una causa que históricamente ha movido a las izquierdas y que hoy une fuerzas con el apoyo histórico a los palestinos de hace décadas. Las narrativas hegemónicas sobre el tema se han repolitizado, cuestionado y muchas desmontado de forma irreversible, a mi parecer. La claridad del proceso de ocupación, apartheid, desplazamiento forzado, desposesión, asesinato en masa y genocidio que se perpetúa a través de constantes violencias, supremacismos y despojos, son ahora a la vista de millones más que evidentes.

La ola de reconocimientos a Palestina encierra varios mensajes políticos. El primero: Palestina existe como sujeto político, como proyecto de Estado y como causa trasnacional fortalecida. Su autodeterminación es su derecho y no depende del chantaje israelí. El segundo: la ocupación total y permanente no es aceptable. Este gesto colectivo es un mensaje explícito a Netanyahu y a su coalición extremista: han ido demasiado lejos. El tercero: el expansionismo israelí comienza a conocer los límites ante una sociedad internacional que ya no acepta que el discurso de “seguridad” sirva para justificar el despojo sistemático. El cuarto: ni la propaganda estadunidense, ni la mano dura policiaca alemana, ni las medidas demagogas del gobierno británico contra quienes protestan, han logrado convencer a sus electorados y a los pueblos allende sus fronteras de que lo que ocurre es necesario o aceptable. Justo con esto va un mensaje para políticos y países occidentales: el respaldo incondicional a Israel, además, de constituir complicidad criminal, debe tener costos políticos reales y sus electorados estamos dispuestos a elevarlos.

Desde luego, enunciar que se reconoce a Palestina no crea un Estado funcional de inmediato. Pero tampoco es un acto en vano. Es el mayor avance del pueblo palestino hacia la construcción de un Estado autodeterminado desde 1948. ¿Cómo se ejercerá esa soberanía? ¿Qué papel jugarán Hamás o la Autoridad Palestina? ¿Qué significa “reconstruir”? ¿Qué fronteras? Son preguntas que debemos seguirnos haciendo y para las que debemos exigir respuesta. Pero ante la frustración, la desesperanza y la impotencia de una violencia inenerrable, no perdamos de vista que que Netanyahu y su gobierno han perdido la disputa de la narrativa internacional. Sus acciones provocan a todas luces rechazo, asilamiento. Y eso, en política, también cuenta.

*Las opiniones y contenidos en este texto son responsabilidad total del autor y no de este medio de comunicación.
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