Donald Trump llegó a la máxima tribuna del planeta y sin recato soltó una retahíla de mentiras, improperios y descalificaciones que lo dibujan de cuerpo entero. No necesitó de nadie, el inquilino de la Casa Blanca se trazó como es: un embustero.
Su presencia en la sesión 80 de la Asamblea de las Naciones Unidas ante los 193 estados miembros del organismo, no le significó ningún acto de mesura frente a sus distorsionadas narrativas sobre la realidad.
Cotidianamente, Trump delinea y comparte una realidad paralela totalmente alterada con la que pretende gobernar a su país y justificar sus acciones dentro y fuera de la Unión Americana.
Peligrosamente, lo escuchado en voz de Trump no corresponde a una excepción en los inquilinos de la Casa Blanca que lo han precedido, por el contrario, es la regla de los discursos con los cuales el gobierno de Estados Unidos ha fabricado una serie de mentiras y realidades paralelas que luego han sido utilizadas para justificar sus mayores atrocidades contra diversos países, y contra su propia población.
Así, el discurso de Donald Trump ante la Asamblea General de la ONU estuvo lleno de afirmaciones falsas y mentiras que dejaron frío al más ecuánime de los asistentes, no obstante haber sido desmentidas casi de inmediato por propios y extraños.
Lo mismo presumió haber terminado con siete guerras y sugerir ser merecedor del Premio Nobel de la Paz, que negar la existencia del cambio climático, atribuirle a la migración varios de los problemas de las naciones, que el programa de deportaciones a El Salvador ha sido todo un éxito; asegurar que ha bajado el costo de los alimentos y la energía en su país, afirmar que el precio de la energía eléctrica en Europa y China es mayor que en la Unión Americana; que han llegado billones de dólares en inversión a Estados Unidos, hasta presumir sus altos índices de aprobación entre sus ciudadanos.
La fabricación de mentiras discursivas por parte del gobierno de Estados Unidos también ha sido utilizada para justificar las múltiples invasiones a otras naciones o generar cambios de regímenes políticos por considerarlos una amenaza al país de las barras y las estrellas.
Ora en la guerra de 1847 cuando nos invadieron y robaron la mitad de nuestro territorio con la excusa de que se violentaba el federalismo; y con una nueva invasión en 1914 para garantizar la seguridad de los estadunidenses en nuestro país; ora cuando orquestaron en 1954 un golpe de Estado en Guatemala con el pretexto de la influencia soviética en el gobierno de Jacobo Árbenz; mismo pretexto usado para invadir Cuba en Bahía de Cochinos en 1961 o apoyar el golpe de Estado a Salvador Allende en Chile en 1973 o invadir la isla de Granada en 1983; para llegar hasta sus últimas joyas discursivas: la existencia de armas de destrucción masiva en Irak bajo el gobierno de Sadam Hussein y el “narcogobierno” de Nicolás Maduro en Venezuela.
Al escuchar la histórica serie de mentiras para justificar las invasiones a países diversos, ¿qué podríamos haber esperado del discurso de Donald Trump en la ONU? Nada diferente a la verborrea cotidiana lanzada desde la Oficina Oval.