“No hubiera podido haber Programas del Bienestar, si no hubiera acabado con gran parte de la corrupción en el gobierno”, dijo la presidenta Claudia Sheinbaum al defender la herencia de López Obrador. La frase funciona como narrativa política; pero, frente al archivo reciente, las investigaciones, ¡vaya! la realidad… se tambalea.
Porque sí hubo casos de corrupción comprobados. Segalmex es el emblema: el propio gobierno reconoció desvíos por miles de millones de pesos y la Auditoría Superior de la Federación estimó el boquete en más de 15 mil millones. A eso se suma el recientemente expuesto huachicol fiscal, fraude en aduanas y combustibles que la FGR aún investiga, con pérdidas multimillonarias al erario. Y si hablamos de las suspicacias en torno al combate al crimen organizado, el crecimiento de “La Barredora” en Tabasco exhibe redes criminales con vínculos políticos incómodos para Morena, el partido con más poder hoy en México.
Y podemos seguir… los megaproyectos de la 4T fueron blindados bajo el argumento de “seguridad nacional”, dificultando el acceso a datos de costos, contratos y riesgos. Si no hay información abierta, tampoco puede haber fiscalización ciudadana. La opacidad genera dudas y eso dista de ser un gobierno “sin nada que ocultar”.
Para ser claros, los programas sociales no crecieron únicamente por “ahorros” generados a partir de combatir la corrupción. Crecieron a partir de los recortes presupuestales a distintas funciones que el gobierno federal encabezado por AMLO fue rezagando: seguridad, salud, transporte, ciencia y hasta educación. La cultura recibió tijeretazos acumulados de más del 50%, y la conservación de carreteras quedó rezagada frente a obras prioritarias. Es decir: se financiaron becas y pensiones sacrificando otras funciones básicas del Estado.
¿Eso invalida los programas sociales? No. Su impacto en popularidad y en bienestar inmediato de millones de mexicanos es real. Pero sostener que existen gracias a que “se acabó la corrupción” es una verdad medio mentirosilla. Porque las irregularidades de Segalmex, el huachicol fiscal y la opacidad en proyectos muestran que la corrupción no desapareció. Y porque los programas crecieron gracias a recortes en otras áreas que hoy se sienten en baches, hospitales, museos y laboratorios.