Manuel Baeza

El debate sobre cómo solucionar el problema vial de López Mateos (ZMG) es una muestra total de lo egoístas que somos los tapatíos (y demás vecinos metropolitanos). Todos queremos que nos resuelvan un problema que nosotros creamos, y del cual no estamos dispuestos a renegar.
A fuerza de empeñarnos en que todo, absolutamente todo, se encuentre en la Zona Metropolitana de Guadalajara, hemos creado una ciudad monstruosa que, si bien es bastante bonita y agradable en su parte central, termina siendo una pesadilla de movilidad y seguridad para todos.
Se discute ahora si debemos restringir la creación de más fraccionamientos sobre López Mateos, o si necesitamos regular el horario de uso de camiones que abastecen a la ciudad, pero no hablamos de restringir y regular la instalación de nuevas empresas, o de universidades, o de edificios con cientos de minidepartamentos.
La Zona Metropolitana de Guadalajara necesita descentralizarse. Ya lo había expuesto en otra ocasión: debemos generar incentivos (y también restricciones) para que cualquier nuevo centro universitario público o privado se vaya a otra región del Estado. O que los nuevos clústers tecnológicos se instalen en zonas alejadas de la capital que sean sumamente accesibles para los proveedores.
Urge desatar ese nudo que significa la Zona Metropolitana de Guadalajara. Necesitamos desarrollar poblaciones (tipo Ajijic) para que los adultos mayores puedan retirarse a vivir sus últimos años. Campus universitarios privados en Lagos de Moreno, Ciudad Guzmán, Ahualulco o Poncitlán, para que los estudiantes vivan en otras latitudes su educación profesional. Incluso llevar a algún municipio cercano buena parte de la burocracia estatal.
No todo debe ser la Zona Metropolitana de Guadalajara. Estamos repitiendo un modelo que todos criticamos: el de la megalópolis que es la Ciudad de México y sus municipios cercanos. 
Decirlo es fácil, hacerlo no tanto. Pero mientras nos empeñemos en mantener todo en la ZMG, no encontraremos soluciones a problemas viales o de seguridad; sólo patearemos el bote hacia adelante.

Un debate egoísta

Cumplido el primer año de gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, comienzan las especulaciones sobre ajustes en su equipo de trabajo. Hay que reconocer que no son muchas las voces que deslizan en columnas y comentarios la posibilidad de reacomodos en el gabinete presidencial, pero de que las hay, las hay.
Un vistazo a los cambios de gabinete de los cinco presidentes anteriores permite ver que, salvo casos excepcionales, los cambios de secretarios suelen ocurrir entre el segundo y tercer año de mandato. Al menos los que ocurren por estrategia, no por eventualidades o urgencias. Eso serviría para aventurar que no habría movimientos en el gobierno federal pronto.
En el sexenio de Andrés Manuel López Obrador (2018-2024), sí hubo un cambio inesperado. Fue a los 175 días de gobierno cuando Josefina Blanco renunció a la Semarnat tras haberse divulgado que obligó a que un avión comercial permaneciera en tierra hasta que ella llegara al aeropuerto para abordarlo. El siguiente cambio fue el de Carlos Urzúa, quien renunció a la Secretaría de Hacienda a los 220 días de haber tomado posesión, a causa de diferendos con las políticas económicas del presidente. 
Enrique Peña Nieto (2012-2018) tuvo los primeros seis cambios en su gabinete (seis funcionarios) en el tercer año de su gobierno. Todos aparentemente por decisión del mandatario.
En el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012) su primer movimiento secretarial fue un año después de tomar posesión, cuando en 2007 Germán Martínez dejó la Secretaría de la Función Pública. Cuatro movimientos más hubo a lo largo de 2008, el segundo año de su sexenio. 
Vicente Fox (200-2006) mantuvo íntegro su gabinete hasta el tercer año de su gobierno, cuando relevó a siete de sus secretarios. 
Por último, está el caso de Ernesto Zedillo (1994-2000), quien perdió a dos de sus secretarios antes de cumplir un mes de su gobierno. El llamado “error (económico) de diciembre” le costó el trabajo a Jaime Serra Puche (Economía). Seis cambios de gabinete se dieron un año después, en 1995. 
¿Vendrán cambios pronto en el gabinete de Sheinbaum Pardo? No, si nos atenemos a las costumbres de cinco presidentes anteriores.

¿Cambios en el gabinete presidencial? Habrá que esperar sentados

Impuestos: sí, pero… ¿realmente son para lo que se dice? Me refiero específicamente al aumento al IEPS en bebidas azucaradas y tabaco, que se propone en la iniciativa de Ley de Ingresos 2026.
El documento presentado la noche del lunes en el Congreso de la Unión, establece alzas en los impuestos a bebidas azucaradas (para llegar a 3.0818 pesos por litro), y tabaco (aumento de 40 por ciento, a la tasa actual). En palabras simples, tomar cocacolas y fumar cigarrillos costará más caro, y lo seguiremos haciendo al ritmo actual. No veo por qué los ciudadanos vayan a reducir su consumo. No se ha reducido antes, y no veo cómo ocurrirá en el futuro.
El argumento del gobierno federal para subir esos impuestos es sencillo: se trata de desincentivar el consumo. Y si aún con más impuestos se mantiene el consumo, pues más ingresos para la federación, dinero que, hipotéticamente, servirá para tratar a los enfermos de diabetes, obesidad, cáncer y demás enfermedades relacionadas con azúcares y nicotina.
Es cierto que las instituciones públicas de salud destinan enormes cantidades de billetes a tratar a diabéticos, personas con obesidad mórbida, y enfermos de cáncer y de garganta. Esas enfermedades consumen buena parte de los presupuestos públicos en materia de sanidad, y si te enfermas por esos excesos, pues es justo que medio cubras el tratamiento vía esos impuestos. 
Pero… la verdad, es que dudo que el aumento al IEPS en esos productos se vaya a utilizar en materia de salud. Me inclino a pensar que el gobierno federal necesita mucho dinero, mucho, para mantener los programas sociales tipo becas y apoyos monetarios, y por eso las alzas impositivas.
De hecho, salvo una segunda revisión al proyecto de egresos para el próximo año, entiendo que hay desaparición de programas relacionados con la salud. Es decir, el dinero que se cobra por refrescos y cigarros difícilmente se irá integro a los tratamientos. Creo que van para otro rumbo. 
El alza a los impuestos es inevitable. Lo que debemos revisar es si realmente se están aplicando en lo que se presume.

Impuestos: sí, pero…

La discusión que debemos tener no es sobre López Mateos y su enorme problema de tráfico, sino sobre cuánto tiempo y dinero nos va a tomar lograr hasta diez líneas de tren ligero y BRT o similares. Eso es lo realmente importante.
Lo que la Zona Metropolitana de Guadalajara necesita desde hace muchísimo tiempo es una enorme red de transporte público que lo mismo vaya hasta Zapotlanejo que a Tesistán y La Venta del Astillero, sin olvidar el corredor de López Mateos hasta Las Cuatas. Nada debe ser más importante a la hora de pensar en la movilidad urbana.
Y crear ese sistema no debe ser simplemente tarea del gobierno estatal en turno. La Agencia Metropolitana de Infraestructura de Movilidad debe ser un órgano rector poderoso y con el concurso de cámaras, universidades, consejos ciudadanos y representación del gobierno federal, para tener la fuerza suficiente para crear el mejor sistema de transporte público de cualquier ciudad del mundo. 
Sólo el transporte público masificado podrá resolver los problemas de tránsito local. Construir segundos pisos, más carriles o más avenidas únicamente alarga el problema del automóvil y la saturación de las calles. A más carriles, más rápido llegaremos al siguiente punto de embotellamiento.
Necesitamos mucho transporte público, de excelente calidad, y con horarios extendidos. Eso necesitamos. Y para lograrlo, el dinero destinado a la construcción de caminos debe destinarse mejor a los trenes y demás. No debe haber otra opción. 
En la película “El Campo de los Sueños” (Field of Dreams, con Kevin Costner) una voz misteriosa pide construir un campo de beisbol en una granja de Iowa, “y ellos vendrán”. En este caso, necesitamos construir una infraestructura ambiciosa de transporte público en la Zona Metropolitana de Guadalajara; será entonces cuando los automovilistas “vendrán” a utilizarla. Antes no. 
Urge. En serio urge.

Urgen más líneas de transporte

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Adiós a la era romántica de los narcos en México.
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La declaratoria de culpabilidad emitida el lunes por Ismael “El Mayo” Zambada en una corte estadounidense, da el cerrojazo final a una era violenta, sangrienta, pero romántica al fin, del narcotráfico en México.
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Que “El Mayo” Zambada se vaya a quedar tras las rejas no significa que se acabó el narcotráfico en México, pues la producción y el trasiego de droga a Estados Unidos se mantiene y se mantendrá por muchos años. 
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Lo que sí se terminó fue la época de los líderes criminales ensalzados y admirados como héroes del pueblo; la época de los hombres recios y duros, pero nobles y con honor. La época de los héroes bragados que si bien repartían plomo (y drogas), lo hacían obligados por las condiciones de vida en las que habían nacido. Eran víctimas que superaron la adversidad y se convirtieron en hombres de verdad pese a todos. 
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La imagen de los criminales como héroes, aclaro, fue propiciada por los mismos capos, quienes financiaron y alentaron corridos en su nombre y de sus familiares, y que contrataban voceros informales que esparcieran por donde fuera las historias que les hacían lucir como prohombres. Se llegó incluso a confeccionar ropa y gorras alusivas a estos personajes para que todos las lucieran con orgullo.
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Fue una época que nació con fuerza en los años 80, y que comenzó a perder fuerza a partir del 2020, cuando la cruda realidad mostró la verdadera cara del crimen organizado y cuando los capos ya nada jóvenes comenzaron a perder fuerza y, uno a uno, cayeron en manos de las autoridades. 
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Hoy es difícil encontrar loas y leyendas de los nuevos narcotraficantes. Las hay, pero cada vez cuesta más trabajo elogiar a un capo, y más cuando la mayoría de ellos busca alejarse de los reflectores. 
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“El Mayo” fue una leyenda viviente, pero su estrella se apagó. Lo mismo pasó con los Caros, los Chapos, los Ernestos y los Carrillos. Toda época tiene su fin, y la de los capos románticos ya terminó. Ahora es la historia la que hablará de ellos.

Narcos: adiós a la era romántica

Dicen que es fuego amigo, pero a mí me suena más como fuego enemigo. Las filtraciones realizadas en semanas recientes en torno a la lujosa vida privada de media docena de políticos de Morena, es señal inequívoca de que adentro del partido de la 4T la cosa está que arde. 
Primero fue Andrés Manuel López Beltrán, hijo del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Luego Ricardo Monreal, Pedro Haces, Mario Delgado y la familia Yunes completita, entre muchos otros. De todos se sabe a dónde van, con quién lo hacen, y cuánto gastan, pero nadie nos dice quién consiguió la información comprometedora.
Pero si a todos los meten en problemas, es Andrés Manuel López Beltrán quien sale peor librado, pues hasta facturas han aparecido de su viaje de vacaciones a Japón. Y vaya que el muchacho sabe gastar. 
No se necesita ser un genio para darse cuenta de que hay una campaña en contra del hijo del exmandatario. ¿Para qué? Para descarrilar su intención de crecer en la política.
López Beltrán, desde su cargo como secretario de Organización de Morena a escala nacional, busca convertirse en candidato de su partido a la gubernatura de la Ciudad de México. Sería ese un paso necesario y muy importante en una presumible contienda presidencial.
Para desgracia de Andy, el político morenista tiene malquerientes de muy alto nivel, al grado de que seguramente le intervinieron correos y otro tipo de cuentas, pues no encuentro otra explicación de cómo una factura de sus gastos personales salió a la luz, pues no es ese un tipo de documento que cualquier hijo de vecino pueda solicitar.
Tal vez sea pronto para vaticinarlo, pero me atrevo a pensar que la carrera política de Andrés Manuel López no tiene mucho futuro, pues los golpes mediáticos que ha recibido son dirigidos desde una alta oficina gubernamental. Cosa de averiguar cuál.

Andrés M. López: fuego enemigo

Tenemos semáforos en retroceso. Tal vez viva en una zona conflictiva, o me muevo por rumbos problemáticos, o simplemente sea mala suerte, pero en semanas recientes me he encontrado avenidas convertidas en embudos, o en calles con tráfico más que lento debido a la mala sincronización de los semáforos, o de plano a que esos dispositivos están simplemente apagados.
Mi ejemplo más cercano es el cruce de las avenidas Américas y Patria. Cualquiera que baje en automóvil por esa vía desde Zapopan Centro hacia Guadalajara vivirá una pesadilla a vuelta de rueda debido a que las frecuencias de paso de los diferentes semáforos en el cruce de las dos avenidas mencionadas, simplemente no agilizan el tráfico.
Y cuando me topo con una calle o avenida con problemas similares, de inmediato recuerdo que justo el 6 de agosto de 2020, el gobierno estatal presentó de manera oficial el Sistema Inteligente de Gestión de la Movilidad (SIGA), “con la finalidad de transformar de manera integral la movilidad de la ciudad con un enfoque sustentable y digitalizado, el cual ayudará a reducir la emisión de contaminantes y el tiempo de traslado de las personas”, según la explicación oficial de hace cinco años.
El programa SIGA contaba con una bolsa de 449 millones de pesos, y se aplicaría a “20 corredores principales de la metrópoli”. 
Mi memoria me trae a la mente la realidad de entonces: comenzaron a notarse mejoras en los semáforos, y mejoras en la agilización del tráfico, algo en lo que coincidían conmigo conocidos con los que comentaba del tema.
Pero algo pasó y esa agilidad comenzó a perderse. Hace un par de semanas, al cruzar por unos semáforos apagados en López Mateos, alcancé a ver camionetas rotuladas con los logotipos del programa SIGA trabajando en el sitio, lo cual me hace pensar que cinco años después el programa se mantiene, aunque tal vez las fallas vengan por otro lado. ¿Poca atención y mantenimiento? ¿Menos recursos económicos?
Por un lado, queremos una ciudad con menos contaminación, y por el otro atoramos la vialidad. Dejando fuera la posibilidad de mi mala suerte, considero que las autoridades deberían revisar el tema de la sincronización.

Semáforos en retroceso

Una morenista busca la Presidencia Municipal de Guadalajara. 
Parece pronto, pero no lo es si se trata de la competencia interna. Y esa ya comenzó.
Quienes conocen de la vida interna de Morena en Jalisco comentan que la diputada federal Merilyn Gómez Pozos ya estableció una ruta de trabajo para convertirse en la abanderada de la 4T para la alcaldía de la capital del Estado.
Si usted le pregunta a Gómez Pozos si quiere ser candidata, responderá que sí, pero que por el momento está enfocada en su trabajo como diputada federal, especialmente porque es la presidenta de la Comisión de Presupuesto, uno de los cargos más importantes para alguien en San Lázaro.
Tiene razón la legisladora. Su trabajo en la comisión la mantiene en contacto constante con Palacio Nacional y la presidencia de su partido, y ha dado resultados para su causa. Eso, hay que decirlo, le ayuda, pues está en el tenor de la presidenta Claudia Sheinbaum. 
Pero como Merilyn Gómez Pozos sabe que la parte clave para una candidatura está en territorio tapatío, sus colaboradores más cercanos han comenzado a operar en los distritos locales para generar presencia y marca de la morenista en barrios y colonias de Guadalajara.
Por supuesto que la diputada federal no es la única con aspiraciones en Guadalajara. Mucho se ha mencionado, por ejemplo, que la alcaldesa de Tlaquepaque, Laura Imelda Pérez Segura, ha sondeado una eventual candidatura a la alcaldía tapatía, aunque hay quienes juran y perjuran que Morena permitirá la reelección de sus actuales presidentes y presidentas municipales, lo que pone en disyuntiva a la tlaquepaquense. 
También se habla de Mariana Fernández, de Itzul Barrera, e incluso de Érika Pérez, actual presidenta del partido en Jalisco. 
Al final, sin embargo, todo parece apuntar a que Morena tendrá a una mujer como su candidata a la alcaldía de Guadalajara. Parece pronto, pero no lo es.

Una morenista busca la presidencia de Guadalajara

Carlos Palacios

Tiempo de cambios en los 100 años de la UdeG

Eduardo González Velázquez

Primer año de Claudia Sheinbaum Pardo

Marcela Michel López

Un año de logros y avances

Jonás

De aquel 2 de octubre de hace 57 años

Mi pecho no es bodega

¿Qué tiene Claudia Sheinbaum? Tiene 73 puntos porcentuales de aprobación, y en febrero llegó a los 85. Se le considera honesta (83 por ciento en febrero), y con liderazgo (82 por ciento en febrero). Bueno, está mejor calificada por los mexicanos que el expresidente Andrés Manuel López Obrador en sus mejores tiempos. Eso tiene. Es la mujer del momento ante los ojos de los mexicanos.
Lo que no tiene la presidenta de México son buenos números en los siguientes aspectos, si se pregunta qué tan bien está manejando los siguientes temas: Economía (43% de desaprobación). Combate a la corrupción (75% de desaprobación). Seguridad pública (54% de desaprobación). Combate al crimen organizado (74% de desaprobación). Todos estos números los dio a conocer el diario especializado El Financiero, que regularmente publica encuestas realizadas sobre el desempeño presidencial. 
¿Qué tiene entonces Claudia Sheinbaum? Una gran imagen, y pocos resultados concretos.
Está claro que la doctora en Ingeniería Ambiental y ex jefa de gobierno de la Ciudad de México vive una relación de amor y/o admiración por parte de la ciudadanía. Es la mujer del momento. La presidenta que llegó al poder con un amplio respaldo y lo mantiene en lo más elevado. La gobernante a la que se le perdona mucho.
Está claro que además de la buena imagen, algo, o alguien (muchos ‘álguienes’) nomás no le ayudan a la presidenta. Tiene Sheinbaum Pardo un lastre en resultados del que debe sacudirse, y entre más pronto mejor. 
Ese lastre puede ser el partido. O personajes de la 4T. O la sombra del expresidente. O miembros de su gabinete. Y a un año de su mandato es hora de quitarse los pesos muertos de encima. 
Sheinbaum puede convertirse en “una alguien” con más historia que el simplemente ser la primera mujer en gobernar México. La mandataria tiene con qué salir adelante en beneficio de los ciudadanos y forjar un legado real, no como el de muchos de quienes la antecedieron. Está a tiempo para ello.