Miles de seguidores esperaban, entre empujones y gritos, con la esperanza de al menos ver un destello de sus ídolos
Guadalajara vibró “al crujir de labios rotos” por la energía desbordante de miles de fanáticos que se juntaron para ver a una de las bandas más queridas del rock en español: Zoé.
Aunque el concierto estaba programado para comenzar a las 8 en punto, el equipo de la banda realizaba pruebas de sonido desde las 8:15 hasta las 8:30. La espera fue larga… pero no en vano. Fue a las 8:44 cuando finalmente, entre una nube de humo y luces en tonos rosados, Zoé apareció sobre el escenario y desde ese instante, no hubo vuelta atrás.
Un espectáculo de luces perfectamente sincronizado con cada acorde transformó el foro en una experiencia sensorial. El público, entregado desde la primera canción, no dejaba de cantar, de saltar, de vivir cada letra. El piso y las gradas retumbaban. Cada canción era un viaje. Cada grito, una declaración de amor eterno a la banda.
Canciones como “Vía Láctea”, una de las primeras de la noche, detonaron la emoción colectiva. Siguieron clásicos como “Veneno”, con los que la banda reafirmó por qué sigue vigente después de más de dos décadas de trayectoria.
Pero dentro del foro no estaba todo el público… el cupo no fue suficiente.
Afuera, miles de seguidores esperaban, entre empujones y gritos, con la esperanza de al menos ver un destello de sus ídolos. Fue, sin duda, una noche especial. Una de esas que se recuerdan por años.
Porque Zoé no solo vino a cantar, vino a reconectar. A encender memorias. A tatuar emociones en cada uno de los asistentes.