El contexto en el que los humanos se desarrollan actualmente ha cambiado de forma radical en el siglo XXI. Si bien la tecnología ha acompañado a la humanidad desde la prehistoria, la velocidad de los cambios tecnológicos se ha hecho –permítaseme la palabra– “violenta”. Es decir, están violentando el neurodesarrollo de los niños porque el ritmo de la evolución biológica y el neurodesarrollo de cada nuevo ser, no pueden siquiera aproximarse a la velocidad de la tecnología, que vuela.
Ya sabíamos que el uso de pantallas electrónicas y la escasa exposición a la luz natural antes de la edad escolar causan deformación de los globos oculares del niño en desarrollo; el resultado es visión borrosa y miopía (1, 2) problemas que han crecido muchísimo en el mundo. A esta evidencia de daño en un órgano fundamental para la vida humana de relación y aprendizaje, se suman pruebas de que ocurren serios daños psicológicos en menores de 13 años que usan teléfonos celulares. Se presume que los celulares exponen entre otras cosas a las llamadas “redes sociales” donde abunda el engaño, el acoso, la mentira y las relaciones ocultas por personajes anónimos, con nombres falso o suplantadores (3).
¿Más pensamiento suicida, mala regulación afectiva, baja autoestima y desapego de la realidad en niños que usan teléfonos “inteligentes”?
En julio de 2025 se publicó una encuesta respondida por casi 2 millones de personas y realizada en 163 países. Apareció en la Revista de Desarrollo Humano y de Capacidades (Journal of the Human Development and Capabilities) que se especializa en el tema del desarrollo humano y sus potencialidades. El estudio concluyó que los menores de 13 años a quienes se les dio un teléfono celular (“inteligentes”) tuvieron peores indicadores de salud mental que aquellos de su misma edad que no tuvieron acceso a dicho recurso tecnológico. Los problemas de salud fueron los siguientes: más pensamientos suicidas, menor autorregulación emocional, peor autoestima y mayor desapego de la realidad. La autora principal del estudio, Tiara Thiagarajan, consideró que estos datos deben llevar a una restricción global del uso de los teléfonos celulares en menores de 13 años y a que las empresas digitales rindan cuentas a la sociedad. La correlación entre el teléfono celular y los resultados se ve fortalecida por el hecho de que mientras menor haya sido la edad del inicio en el uso del celular, peores fueron los indicadores de salud mental mencionados.
Es necesario señalar que en las ciencias y en especial la investigación social, no se admite emitir juicios de validez absolutos. En todo estudio hay siempre factores que no pueden ser incluidos en la investigación. Por lo tanto, es necesario que la información sea expuesta a la sociedad no especializada de la manera más balanceada posible.
Limitaciones del estudio
El estudio del que platico hoy fue una encuesta. Se les pidió a los participantes por vía de internet, que respondieran anónimamente, si tuvieron un teléfono celular en su infancia y a qué edad. Acto seguido, se les pidió que respondieran una serie de preguntas relacionadas con su salud actual. El estudio se concentró en personas que nacieron entre 1997 y 2012 (denominada “generación zeta”) los primeros que crecieron con teléfonos celulares y redes sociales desde que nacieron. Diversos científicos critican la validez de los datos, los métodos usados en la investigación y detalles del reporte. En especial reclaman que no hay fuerza científica suficiente para demandar reglamentación de las empresas en el mundo digital (4). Esto es extraño para mí, porque un científico crítico y honesto suele asumir que la información del estudio puede mejorarse de tal o cual manera y sobre todo, la ubican en el marco del conocimiento aceptado como firme en el campo, donde hay muchísimo publicado sobre ansiedad, depresión y otros asociados al uso temprano de Internet.
Mi opinión como doctor en investigación psicológica y médico familiar
El estudio no fue una simple pregunta como: “¿Crees que el uso de celular en tu infancia afectó tu vida actual?”; no de ninguna manera. Lo primero que la encuesta determinó es la edad en la que el encuestado tuvo su primer celular (dato razonablemente firme en el recuerdo de las personas). Y después, los participantes en el estudio respondieron una serie de preguntas estructuradas reunidas en un instrumento de investigación denominado MHQ (Cociente Salud Mente traducido al español), que evalúa 47 funciones sociales, cognitivas y físicas. Con esos datos, es razonable y válido establecer una correlación matemática probabilística entre la edad a la que se inició la exposición al celular (según recuerda el encuestado) y los resultados del MHQ. El resultado de peor salud mental como describí antes –las mujeres, más afectadas que los hombres– y la edad en que se tuvo por primera vez un celular en los nacidos entre 1997 y 2012 es fuerte en este estudio. Y coincide con otros investigadores que encuentran que en países del Norte Global 41% de las personas que hoy tienen entre 18 a 34 años, luchan con síntomas psicológicos que les deterioran su vida diaria. Son la ya bien conocida “generación ansiosa”. Por otro lado, la argumentación a favor de los resultados del estudio me parece muy coherente. Los teléfonos celulares se han convertido en un puente con la “inteligencia” artificial, que sabemos bien que induce acceso a material según las personas nos interesemos en una u otra cosa. Así, los niños son extremadamente frágiles a la exposición de datos falsos, violencia de formas diversas, ideologías extremas y pornografía, entre otros males sociales que podrían afectar la formación de sentidos de la realidad y rasgos importantes de la personalidad. Se sabe que formamos redes neuronales desde antes del nacimiento y hasta alrededor de los 25 años; en ese largo trayecto de maduración mental-neurológica, alrededor de los 4 años apenas podemos imaginar que existen los pensamientos y que otras personas también los tienen. Y alrededor de los 8 años logramos comprender la muerte con un significado cercano al del adulto. Con estas certezas del neurodesarrollo, me parece creíble que exponer a los niños a la violencia, pornografía, mentiras, avatares de “inteligencia artificial” que engañan incluso a personas adultas, distorsiona su desarrollo neurofisiológico y con ello mental. Yo no dudo, por ejemplo, que las redes sociales tienen alto riesgo de facilitar el ciberacoso en la infancia vía los celulares. Al menos en las computadoras de casa es más factible establecer controles. ¿Cómo controlar la exposición vía los celulares de niños y adolescentes de otros niños menores con los que tienen contacto?
Entre los factores intermedios de la mala salud mental estuvieron los trastornos del sueño. No dudo que exponerse a lo antes dicho afecta la calidad del sueño. También es claro que las malas relaciones familiares o de pobre calidad de los cuidados del niño, participen en la salud del niño. Es decir, es un conjunto complejo que afectará de manera muy específica a cada niño. A veces entregar un celular al niño podría ser una forma de que “el niño se entretenga en algo y no de lata”. Un estudio cualitativo de las familias de los niños que tienen celular y acceden a las redes sociales antes de los 16 años (edad mínima que aconseja la autora para permitir acceso a redes sociales) ayudaría a entender mejor qué hay detrás de la exposición temprana a los teléfonos “inteligentes”.
El médico familiar/general y su labor salutogénica (fortalecedor de la salud) de la población
Por lo expuesto, considero que el médico del primer nivel de cuidados integrales (PNCI) es crucial para llamar la atención hacia el fortalecimiento de los factores que generan salud en la gente a su cuidado. Hablar con los papás de los niños, los profesores de las escuelas, los niños y los adolescentes para fomentar la expresión de amor, aceptación, compartir juegos en la familia, salir a caminar, hacer ejercicio, explorar cómo está su vida relacional en la escuela, sus otros familiares, sus amigos. Es vital saber que la calidad de la crianza es un factor salutogénico fundamental. Ver con los niños las redes sociales y cualquier otra cosa que están viendo en los celulares y ayudarles a que generen pensamiento reflexivo sobre eso que ven y oyen, es de la máxima importancia, antes, hoy y siempre.
También se debe explicar que la ciencia sabe hoy que tener un celular antes de los 13 años puede deteriorar el desarrollo mental. No lo sabíamos hace 25 años. Si se explica con cariño, afecto, aceptación, muchos niños aceptarán. Si hay una gran crisis, podría ser indicador de búsqueda de atención psicológica lo más pronto posible.
Creo que las leyes deben forzar a la evaluación de los medios digitales y a la rendición de cuentas de las corporaciones digitales porque su impacto en la vida humana es demasiado grande para seguir sin regulación legal. Nos tardamos 40 años en regular la producción y promoción de alimentos chatarra, hoy vivimos las pruebas objetivas de la tardanza. La salud mental deteriorada tarda en manifestarse hasta que el daño ya es grande, individual y colectivamente.
[email protected]
Referencias bibliográficas
1. https://unamglobal.unam.mx/global_revista/epidemia-de-miopia-en-ninos-por-falta-de-exposicion-a-la-luz-natural/
2. http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0864-21762022000100005
3. https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/19452829.2025.2518313#abstract
4. https://www.sciencemediacentre.org/expert-reaction-to-study-on-age-of-smartphone-ownership-and-mental-health-outcomes/