La Universidad de Guadalajara acaba de cumplir un siglo desde su refundación, y con ello, celebra no sólo una trayectoria académica, sino la construcción de una identidad colectiva que ha marcado a generaciones enteras. Hoy no se puede entender a Jalisco y a México sin la existencia de la UdeG, porque la Universidad es un proyecto de educación pública, movilidad social, de pensamiento crítico y de cultura viva, que ha transformado la vida nacional.
Fundada en 1925 —aunque con raíces más antiguas, que se remontan al siglo XVIII con la Real Universidad de Guadalajara—, la Casa de Estudios nació en un contexto de reconstrucción nacional. México salía de la Revolución y buscaba consolidar instituciones que formaran ciudadanía, ciencia y progreso. En ese escenario, la Universidad de Guadalajara se convirtió en un faro regional que conectó a Jalisco con los grandes debates nacionales: la reforma educativa, la expansión de la enseñanza laica, el acceso al conocimiento como derecho y no como privilegio.
A lo largo de este siglo, la máxima casa de estudios de Jalisco ha sido más que un sistema educativo, es el refugio de ideas liberadoras en tiempos de autoritarismo, sosteniendo una visión humanista que da equilibrio entre excelencia académica y compromiso social. Todo gracias a su autonomía, la cual debemos defender siempre.
Basta pensar en la red universitaria, un legado que sólo pudo ser posible gracias a un visionario como Raúl Padilla; es el modelo que ha permitido que jóvenes de todo el Estado tengan acceso a educación superior sin abandonar sus regiones de origen. Ese logro, que a veces se da por sentado, ha transformado el mapa social y económico del Estado. Y no sólo en términos educativos, pues en cultura, la UdeG se ha convertido en un referente con el Festival Internacional de Cine, la Feria Internacional del Libro, Papirolas y una red de museos y recintos que proyectan a Jalisco al mundo.
Pero si algo ha distinguido a la Universidad de Guadalajara es su capacidad de resistir y adaptarse, sobreviviendo a crisis políticas, recortes presupuestales y tensiones con gobiernos, siempre sin perder su vocación pública. En la actualidad, cuando la educación enfrenta retos como la precarización laboral, la desigualdad o la inseguridad, la UdeG tiene la responsabilidad de seguir a la vanguardia para seguir adelante en su misión de formar personas libres, críticas y solidarias.
Hace un siglo, Jalisco soñó en grande y refundó la Universidad de Guadalajara. Desde aquel 12 de octubre de 1925, la UdeG no ha dejado de impulsar el conocimiento y llenar de orgullo a nuestro Estado. Hoy somos la segunda universidad pública más importante de México, con más de 336 mil estudiantes, 19 centros universitarios, 100 licenciaturas, más de 330 posgrados y 175 preparatorias que abren caminos a miles de jóvenes parte de la manada.
Como orgullosa Leona Negra no me queda más que decir: ¡Feliz centenario a mi Universidad!