Este domingo tuve la oportunidad de acudir a uno de los eventos religiosos y culturales más importantes de México: la Romería de Zapopan. Entre la multitud me encontré con la señora Mireya y su hijo Gerardo, quienes, año con año, acuden con mucha fe a dar gracias a la Virgen por las bendiciones recibidas. Ella, especialmente, da gracias por la salud de su hijo, quien había tenido complicaciones en sus ojos.
Como Mireya y Gerardo, cada 12 de octubre millones de personas acompañan el regreso de “La Generala” o “La Pacificadora” a su hogar, la Basílica de Zapopan. Y es que este evento además de ser una de las peregrinaciones más grandes del país, también es una manifestación profunda de fe, identidad y comunidad que une a generaciones enteras bajo un mismo propósito.
La Romería es tan grande que requiere del trabajo conjunto de los gobiernos de Zapopan, Guadalajara y del Estado de Jalisco. Este año participaron más de 8,700 elementos en los operativos de seguridad y apoyo, lo que permitió que el evento terminara con saldo blanco.
Esta tradición se remonta a 1734, cuando la Virgen fue nombrada Celestial Patrona contra rayos, tempestades y epidemias. Desde entonces, su presencia ha sido símbolo de esperanza para millones de personas. Cada 20 de mayo inicia su recorrido por templos, hospitales, escuelas y centros de reclusión, hasta llegar a la Catedral Metropolitana de Guadalajara, donde comienza su regreso triunfal a Zapopan.
Uno de los elementos más vibrantes de esta celebración son los danzantes. Miles de mujeres y hombres organizados en grupos, vestidos con indumentarias llenas de color y simbolismo, danzan al ritmo de tambores y flautas. En sus movimientos se cuentan historias de la vida y la muerte, de resistencia y fe; en su arte se guarda una parte esencial de nuestra identidad cultural.
Hoy, mientras se celebra el Día del Danzante en el centro de Zapopan, las calles vuelven a llenarse de música, incienso y emoción. Los concheros, matachines y danzantes aztecas nos recuerdan que nuestras raíces siguen vivas, y que la devoción también puede ser una forma de arte.
Pero la Romería de Zapopan es mucho más que una tradición religiosa: es un símbolo de unidad e identidad, reconocido a nivel mundial. En 2018, la UNESCO la declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, un reconocimiento que enorgullece a todas y todos los zapopanos.
Como Mireya y Gerardo, millones de personas llegan a nuestra ciudad para ofrecer, pedir o agradecer, pero también para vivir una experiencia única, rica en cultura, amor y tradición. En Zapopan, reconocemos el valor de preservar nuestras raíces y de fortalecer los lazos que nos unen como comunidad.