Una tragedia que se refleja en la cifra de 64 muertos y 65 desaparecidos (con la reserva de la información que debe actualizarse) por las torrenciales e inesperadas lluvias que azotaron Veracruz, Puebla, Hidalgo, San Luis Potosí y Querétaro, principalmente, es la que ha estado enfrentando la presidenta Claudia Sheinbaum desde la semana pasada (6 al 10 de octubre), pero en su afán de apoyar personalmente, se encontró con el enojo de la gente y los reclamos políticos.
Es parte de la realidad que atraviesa el país y que supera la narrativa de cualquier gobierno.
Si se revisan los hechos, hay elementos suficientes para matizar una historia que no puede entenderse en blanco y negro.
La presidenta Sheinbaum fue informada oportunamente de las impresionantes lluvias que estaban azotando varios estados del país, al conjugarse en menos de dos días el huracán “Priscilla” y la tormenta tropical “Raymond”. Las inundaciones en varios puntos de Veracruz empezaron a hacerse notar, pero lejos de la costa, en Puebla, Hidalgo, San Luis Potosí y Querétaro, las desgracias también estaban ocurriendo casi al mismo tiempo.
Tomó la iniciativa: se comunicó con los gobernadores y encabezó reuniones a distancia.
En cuanto llegó el fin de semana se trasladó personalmente a Puebla y Veracruz, en primer lugar.
En este segundo Estado, la presidenta se enfrentó con la desesperación y el coraje de la gente. La ofendieron y le gritaron.
En las redes sociales, como era previsible, se lanzó una campaña en la que participaron figuras conocidas que empezaron a distribuir la leyenda “disfruten lo votado”. La presidenta respondió desde su rueda de prensa mañanera y acusó la maldad detrás de esta leyenda y las reacciones políticas.
La realidad de las cosas es que la presidenta ha obrado correctamente: tomar la iniciativa, encabezar el apoyo y acudir personalmente con los afectados, de hecho, es lo que se esperaría de un funcionario responsable. Y ella misma lo dice: es su responsabilidad como funcionaria pública.
Sin embargo, otra vez, la presidenta enfrenta el desorden heredado por la administración anterior, la que encabezó Andrés Manuel López Obrador, el mismo que desapareció el Fondo Nacional de Desastres Naturales (Fonden) y que evitaba estar en los lugares donde ocurrían desgracias. Los revisaba a distancia.
En momentos de desesperación, se requiere equilibrio, calma y certeza.
La presidenta está empeñada en apoyar a los que viven las desgracias y debe corregir los errores que se cometieron en el pasado.
Los afectados, aunque les parezca injusto, esperarán.