El Partido Acción Nacional (PAN) parece empeñado en repetir su propia historia como una parodia. Cada tanto reaparece el mismo guion: discursos sobre “regresar a las calles”, “reconectar con la gente” y “defender la libertad”. Una letanía vacía que suena más a autoayuda que a programa político.
Lo hicieron en 2012 tras el colapso de Calderón, lo repitieron en 2018 con Anaya… y lo vuelven a recitar ahora, en 2025, como si la simple invocación a la militancia bastara para revivir un partido que perdió la brújula, los cuadros y, sobre todo, el alma.
El acto en el Frontón México —la cuna del panismo histórico— pretendía ser simbólico. Y lo fue, pero no como esperaban. Entre los puestos de maquillaje de la marcha zombie y el olor a garnacha, los panistas intentaron insuflar vida a un cadáver político.
Jorge Romero, nuevo dirigente, gritó con entusiasmo que “empieza una nueva era del PAN”. ¿En serio? La escena tenía algo de tragicómico: un partido que alguna vez presumió cuadros intelectuales, rigor ético y visión democrática, reducido a un mitin de retórica reciclada y militantes cansados.
La pobreza de liderazgo es brutal. No hay figuras nacionales con peso. Los panistas repiten las mismas consignas que en los años de Fox: “Defender la patria”, “defender la familia” y “defender la libertad”. El problema es que ya nadie cree que el PAN defienda algo distinto a sus propias cuotas de poder. Ni su base militante los escucha con convicción: apenas concluyeron los discursos, muchos se fueron antes de que terminara el acto.
La invitación a que “cualquiera pueda ser diputado o senador” suena más a desesperación que a apertura. No es una convocatoria a la ciudadanía, sino una confesión de vacío. El partido que alguna vez fue símbolo de ética pública, hoy se comporta como una franquicia sin ideario, anclado en la nostalgia del pasado y en la comodidad de la oposición testimonial.
El PAN se repite como un eco sin convicción. Habla de salir a las calles, pero no tiene rumbo. Pide sumar a la sociedad, pero pocos le creen. Y mientras Morena domina el mapa político, el panismo se limita a marchar —otra vez— bajo el Sol, buscando en los recuerdos de 1939 la chispa que perdió hace demasiado tiempo.