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25 octubre 2025
Ismael Ramírez
Ismael Ramírez
Especialista en Medicina Familiar. Maestro en Farmacología. Dr. en Investigación Psicológica

La “realidad”, sus tres niveles y su aplicación en la medicina familiar/general

25 octubre 2025
|
05:00
Actualizada
20:57

Estimado lector, en las últimas dos semanas toqué el tema de “la realidad”, primero para mostrar que el uso de teléfonos celulares en menores de 13 años fomenta cierto “despegamiento de la realidad” de los niños, y después relaté el caso de un pequeño de 6 años de edad que tenía un terror que le impedía dormir, y que había sido generado por la exposición a la macabra serie estadounidense de los muertos que caminan, conocidos como zombi en español o “walking dead” en inglés. Dado que esta columna tiene como objeto cuestionar a la educación médica y proponer opciones fundadas, voy a abordar una discusión sobre el concepto “realidad” que es enseñada en la medicina familiar internacional de alta calidad.

Usted juzgará si es necesario que un médico familiar/general comprenda y responda las siguientes preguntas: ¿Qué es la realidad según la percepción humana? ¿Qué tiene que ver la pregunta y sus potenciales respuestas con la salud y enfermedad humana? Describiré los tres niveles de la realidad que se aceptan en las bases filosóficas de la medicina familiar académica: La realidad objetiva (el nivel físico que aportan los sentidos), la realidad mental (subjetiva e intersubjetiva), y la realidad trascendente o espiritual. Mis fuentes principales son un clásico de la medicina familiar internacional (1) y unos filósofos contemporáneos que cuestionan la filosofía de siglos pasados a partir de evidencias neurocientíficas actuales (2).

 

¿Qué es la realidad objetiva según la percepción humana?

Las respuestas que daré a esta pregunta no tendrán la profundidad del profesional estudioso de la percepción, tan solo expreso opiniones derivadas de mi práctica como médico familiar que ha compartido alegrías y sufrimientos con personas concretas. He participado en las realidades del nacimiento, las rupturas relacionales, la enfermedad grave, la agonía y la muerte, con mis pacientes y desde luego, mis propias pérdidas. Por tanto, lo que diré no es extensible o aplicable a la experiencia de otras personas.

 

La percepción de la realidad física ha evolucionado con el humano

La realidad –esa totalidad inconmensurable– no ha sido percibida de igual manera en la historia humana. Conforme hemos ido evolucionando los humanos, percibimos cosas muy diferentes de los fenómenos naturales que se suceden día a día. Por al menos los primeros cuatro mil años de la civilización humana, supusimos que la historia de la vida sobre el planeta era reciente. Hoy sabemos sin lugar a duda que hace cientos de millones de años, antes de que apareciéramos como especie sobre el planeta, ya había enormes seres vivientes. En nuestros orígenes, nuestros dioses eran el sol, las estrellas, el viento, la lluvia y muchos más. También supusimos por milenios que la Tierra era el centro del universo y que el Sol giraba alrededor de nuestro planeta. Percibíamos a la Tierra como una gran masa plana y redonda. Conforme a nuestro propio cuerpo, no sabíamos que la sangre circulaba en nuestro interior, nos moríamos de “dolor de vientre” sin conocer que teníamos un apéndice remanente del desarrollo embriológico en nuestro abdomen y que a veces se inflama, estalla y nos mata. No teníamos idea de cómo era el proceso reproductivo que hoy dominamos, y que ha sido la base del cambio cultural que ha permitido a las mujeres vivir vidas mucho más libres y autodirigidas que en toda la historia previa a la década de 1960.
Con estos ejemplos, quiero dejar sentado que nuestra percepción de la realidad externa e interna ha ido evolucionando, y revolucionando, conforme hemos creado medios diversos para examinar lo que los sentidos parecen decirnos respecto al mundo tangible (nivel físico de la realidad). Yo acepto la idea de que la realidad tiene tres niveles de manifestación, el nivel físico, el nivel mental y el nivel trascendental (me fio del gran Gottfried Leibniz) (3) quien en el siglo XVII afirmaba que el tiempo y el espacio son relativos y están interrelacionados de manera inherente. Se adelantó 200 años a Einstein y su teoría de la relatividad.

 

El nivel físico de la realidad

La realidad física es aquello que los sentidos externos y la propiocepción interna nos indican que algo existe, fuera de nosotros (realidad física externa) y dentro de nuestro ser (realidad física interna). Muchas personas en siglos pasados no concebían la existencia de bacterias y virus aunque padecieron tremendas pandemias mucho peores que la que padecimos con el COVID-19 recientemente. En suma, la percepción de la realidad es evolutiva y está influida por los descubrimientos de las ciencias y los productos tecnológicos derivados de esas ciencias.

En el caso de la medicina, es en el nivel de la realidad física donde se ha desarrollado consistentemente; sus métodos de observar, registrar datos, convertirlos en números y procesarlos matemáticamente, junto con la idea de que toda enfermedad tiene una base física, han impulsado enormemente el avance tecnológico de la medicina. Y promete seguir por esa línea para reparar todos los órganos que nos fallen con el cultivo de células troncales (células madre totipotenciales). Podemos decir que la medicina del siglo XXI dominada por la gran industria biotecnológica, está empecinada en proseguir el lucrativo negocio de ofertar remedios físicos, incluso para tratar las enfermedades mentales que hoy abruman al mundo. Cuando se considera al nivel físico como el único de la realidad, se dejan fuera los procesos sociales que son determinantes de la salud-enfermedad humana. También se desatiende el nivel psicológico y espiritual que son como puntos intermedios entre los social y lo individual.

 

Acotaciones al nivel físico de la realidad

La primera acotación procede de la propia investigación de la realidad física. Tomemos el caso de la percepción de los colores que vemos cotidianamente: el azul del cielo, rojo de la sangre, flores de muchísimos colores… en la noche todo es gris, oscuro o no lo vemos. ¿La luz tiene algo que ver en este “cambio de colores”? Las antiguas observaciones humanas de los arcoíris con su espectro de colores antecedieron al descubrimiento de la física. Los colores que vemos a través de los sentidos (realidad fenomenológica) no corresponde a la realidad física de las ondas electromagnéticas (realidad científica). Vemos colores porque cada cuerpo físico absorbe una parte del espectro electromagnético y refleja otro. A nuestros ojos llega la luz que se refleja en esos cuerpos, por eso en la ausencia de luz no vemos colores ni formas. Y entonces tenemos algo difícil de aceptar, cada especie animal desarrolló capacidades para percibir los colores que representan ventajas vitales para su existencia (las abejas detectan el amarillo, el azul, el violeta de las plantas que les alimentan, pero no pueden ver el color rojo).
¿Por qué los humanos percibimos el rojo y muchos otros colores? Si nuestro sistema nervioso no hubiera sido capaz de distinguir el rojo, amarillo, negro, verde, el azul, etcétera, no tendríamos defensa frente a los depredadores escondidos en la maleza, no sabríamos cuando un fruto es maduro para comerlo, qué agua está limpia o bebible; no tendríamos sentido de alarma si nos desangramos… en fin. Nuestra mente y todos nuestros órganos sensoriales evolucionaron para darnos información automática y vital de la realidad. Los humanos percibimos los colores de todo lo que nos rodea gracias a que nuestra mente-cerebro nos da una percepción automática de color y otras informaciones vitales para nuestra sobrevivencia. Es decir, tenemos un sistema interpretativo automático heredado por la especie; es constitutivo y diferente al de otras especies. Lo que sucede con el sentido de la vista también aplica al oído (tenemos un rango limitado de percepción de ondas acústicas). Lo mismo pasa con el olfato, el sentido del gusto, y todos los órganos de los sentidos que conducen información al sistema nervioso central. Hay, por tanto, dos versiones de la realidad física: la que nos permiten percibir nuestros sentidos, y la que la ciencia descubre con instrumentos y medios tecnológicos. Ambas son “verdaderas” en el sentido de que pueden ser verificadas empíricamente (mediante algún tipo de práctica). Cuando yo afirmo que ambas son “verdaderas” estoy asumiendo la Teoría Coherentista de la Realidad (4); una creencia es verdadera si es coherente con otras creencias. En este caso yo asumo que la percepción de colores que la mente humana asume corresponde al conocimiento de las ondas electromagnéticas que han hecho posible infinidad de productos tecnológicos.

Segunda acotación: A partir de lo dicho ¿No le parece lógico estimado lector, que el humano necesita pasar un prolongado y frágil proceso de aprendizaje desde el nacimiento, su niñez y juventud para lograr un sentido coherente de la realidad física? En mi opinión, se necesita de adultos confiables, afectuosos y razonables para lograr este sano desarrollo. ¿Qué pasa cuando el niño nace sin ser deseado, le falta alimento, o es de mala calidad, no hay afecto y sufre de diversas formas de maltrato? ¿Y qué cuando es el conjunto social el que maltrata, discrimina, persigue a los más desprotegidos?

 

Conclusión

El ser humano necesita un largo proceso de maduración neurofisiológica para lograr una percepción de la realidad física coherente con sus semejantes. Ese proceso hoy está bajo presión por cambios tecnológicos vertiginosos y la disrupción de las relaciones padres-hijos, y el escaso tiempo de convivencia. Por tanto, se eleva el riesgo de distorsión del desarrollo neuro-perceptivo de los niños que no han logrado su maduración mental cuando se exponen y además están aislados de adultos confiables, afectuosos y razonables. Es mi creencia de que este conocimiento debe ser enseñado y reflexionado por los médicos del siglo XXI, en especial los médicos familiares/generales para que puedan orientar oportunamente sus pacientes y sus familias.
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Referencias bibliográficas
1. McWhinney, I. R. (2016). Philosophical and scientific foundations of family medicine. En T. Freeman, McWhinney’s textbook of family medicine. (págs. 55-91). New York.: Oxford University Press.
2. Lakoff, G., & Johnson, M. (1999). Philosophy in the flesh. The embodied mind and its challenge to Western thought. New York: Basic Books.
3. https://en-wikipedia-org.translate.goog/wiki/Gottfried_Wilhelm_Leibniz?_x_tr_sl=en&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=tc
4. Anónimo. (2004). Teoría coherentista de la verdad. En R. Audi, Diccionario Akal de Filosofía (p. 941). Madrid: Ediciones Akal.

*Las opiniones y contenidos en este texto son responsabilidad total del autor y no de este medio de comunicación.
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