Con el asesinato de Carlos Manzo Rodríguez el sábado pasado en Uruapan, mientras en su función de presidente municipal y vecino disfrutaba de las celebraciones públicas del Día de Muertos, se desató una discusión política: se acusa al gobierno federal y al gobierno michoacano de no haber actuado ante los reclamos del fallecido alcalde, quien advirtió muchas veces de las amenazas y la presencia del crimen organizado en el municipio.
Y la respuesta del gobierno y muchos de sus simpatizantes en las redes sociales, es que los opositores se comportan “como buitres” y tratan de aprovechar el hecho delictivo para “sacar raja política”.
El lenguaje cotidiano se ha plagado de términos y frases hechas para arrojárselas a los opositores políticos. Es una forma muy eficiente de abordar las crisis y los problemas, sin jamás resolverlas y manteniendo alienadas a las bases de seguidores.
Se entiende que tachen de “buitres” a los opositores, ¿pero que la presidenta Claudia Sheinbaum responsabilice a Felipe Calderón en su mañanera? Ese argumento ya no es sostenible; se vuelve contra ella.
El ex presidente Felipe Calderón lanzó lo que en su momento su administración bautizó como “la guerra contra el narco”. Después, negaron el concepto pero ya había quedado grabado en la memoria popular.
Pero hay que tener muy poca imaginación y carecer de toda estrategia de comunicación para tratar de endilgarle a Calderón Hinojosa el asesinato del alcalde de Uruapan la noche del 1 de noviembre de 2025. Felipe Calderón gobernó de 2006 al 2012, y por más reprobable que haya sido su ejercicio en la consideración de los simpatizantes de Morena y el obradorismo, es imposible acreditarle responsabilidad por la muerte del presidente municipal de Uruapan.
Justo en el momento de ser asesinado Carlos Manzo, abatieron también a balazos al autor material del ataque. Otras dos personas están detenidas y el secretario de Seguridad del país, Omar García Harfuch, adelantó que fueron investigados quienes habían sido asignados como escoltas del alcalde muerto, sin encontrar evidencia de que estuvieran coludidos con el crimen organizado, es decir que fueron negligentes en su tarea, pero no son cómplices de la delincuencia.
En ese escenario, lo más probable es que no pase nada.
Por más movilizaciones que haya, manifestaciones públicas y marchas, la muerte de Carlos Manzo, y días atrás la de Bernardo Bravo, líder de los productores de limón, no van a modificar las cosas; el crimen organizado seguirá enquistado en Michoacán y los diferentes cárteles (se identifican al menos siete) seguirán extorsionando, cobrando derecho de piso, instalando retenes en carreteras y atacando a las fuerzas armadas periódicamente.
Pero que quede claro: eso no e