La marcha convocada por el movimiento de la Generación Z del pasado 15 de noviembre, dejó algunas claves respecto al ánimo social que hoy recorre al país, pero también evidenció un fenómeno más profundo: el pánico que Morena le tiene a cualquier movilización, protesta o narrativa que no pueda controlar. Lo que vimos no sólo es miedo a los jóvenes, es miedo a perder el monopolio del poder; miedo a descubrir que, fuera de sus granjas digitales, la conversación pública se está moviendo en contra de ellos.
La respuesta oficial, de lo más predecible: descalificaciones, teorías conspirativas y la vieja insinuación de que todo fue “orquestado” por la oposición. El fenómeno es curioso: cuando la espontaneidad ciudadana es en contra de Morena no existe, cuando es a su favor, es tan real como que el agua moja. Esta idea tan contradictoria de que lo que ocurre en las redes es obra de los bots, desnuda de cuerpo completo su propia estrategia golpista, aunque lo cierto es que la realidad social ya no se puede ocultar ni con todas las mañaneras que le restan al sexenio.
El exhibicionismo desde el pódium de Palacio Nacional en contra de jóvenes que hablan con libertad en las redes sociales –con todos los peligros que amenazan en México–, no fue más que una llamada al linchamiento social de una generación que despierta y expresa su dolor. La indicación al interior del Gobierno es clara: garrote al disidente; pero en Morena no contaron con que esta generación es la más informada, la menos manipulable y la más crítica; no por nada el terror del oficialismo era notable.
Para Morena, el debate postmarcha debe centrarse en la baja participación de jóvenes frente a la asistencia de adultos, y no en que al final del día todos somos ciudadanas y ciudadanos mexicanos protestando contra un régimen que no brinda oportunidades y peor aún, completamente infiltrado por la criminalidad. La ironía de los términos del debate morenista recae en que el llamado a la pacificación nacional no puede despreciarse por incluir una mezcla intergeneracional.
La otra cara de la moneda, la represión y uso excesivo de la fuerza del Estado en el Zócalo de la Ciudad de México. Una reacción exacerbada para una marcha de bots, demuestra que cuando un régimen se endurece y teme a las juventudes, no es porque los considere criminales, sino que le representan un peligro inminente al representar todo aquello que no pueden controlar.
En septiembre del 2025 en Nepal, jóvenes organizados en la plataforma Discord, TikTok y aplicaciones de mensajería, se levantaron en una movilización que orilló al Primer Ministro KP Sharma Oli a dimitir. En México, la marcha del 15 de noviembre no tuvo un efecto de esta magnitud, pero dejó un mensaje poderoso: la ciudadanía —especialmente las juventudes— está harta. Y si Morena le teme a eso, no se equivocan. Es cuestión de tiempo.